Tras la intervención de Estados Unidos en el Golpe de Estado contra Allende, negada entonces una y otra vez, el Senado de Estados Unidos creó una comisión de investigación que se dirió contra la CIA. Quien había orquestado el Golpe no era la Casa Blanca, sino uno de sus tentáculos, casi sin permiso de sus jefes.
No habían pasado 25 años desde su fundación y la CIA ya tenía muy mala imagen, en un mundo que cada vez depende más de la imagen. Había que lavar esa imagen hasta donde fuera posible, una tarea que dirigió magistralmente el senador Frank Church, presidente de la comisión de investigación. Aquello no se podía repetir, es decir, la CIA debía seguir haciendo lo mismo, pero en el futuro debería tener más cuidado para no dejar huellas.
Para lavar la imagen de la CIA había que airear sus trapos sucios, que eran muchos. Se conocieron planes para asesinar a dirigentes políticos de todo el mundo, así como el espionaje intensivo a los propios estadounidenses.
Entre las hazañas, apareció una pistola de infarto, un arma macabra capaz de causar la muerte en cuestión de minutos sin dejar rastro. Salvo los más conspiranoicos, nadie pdría decir que alguien había sido asesinado por la CIA, sino que murió de muerte natural.
En este tipo de asuntos los científicos siempre resultan imprescindibles. La investigadora responsable de encontrar un veneno imposible de rastrear para usos criminales, incluida la pistola de infarto, fue Mary Embree, que se incorporó a la CIA con 18 años.
Embree empezó su carrera científica en la CIA diseñando micrófonos ocultos y otros equipos de vigilancia de audio. Fue más tarde cuando le ordenaron encontrar un veneno indetectable. Su investigación la llevó a concluir que las toxinas de los mariscos eran la opción perfecta.
Se integró en el Proyecto Mknaomi dedicado al desarrollo de armas biológicas para el arsenal estadounidense de la Guerra Fría, diseñado para envenenar cultivos y ganado. El laboratorio estaba en Fort Detrick, una instalación del ejército dedicada a la investigación de la guerra biológica. Los investigadores, dirigidos por otro científico, Nathan Gordon, químico de la CIA, mezclaron la toxina del marisco con agua y congelaron la mezcla en una pequeña bolita o dardo. El proyectil terminado se disparó con una pistola Colt M1911 modificada y dotada de un mecanismo de disparo eléctrico. Tenía un alcance efectivo de 100 metros y era casi totalmente silencioso.
Cuando se dispara a un objetivo, el dardo congelado se funde inmediatamente y libera su carga tóxica en el torrente sanguíneo de la víctima. Las toxinas de los moluscos que, en dosis concentradas, son capaces de desactivar completamente el sistema cardiovascular, se extienden al corazón de la víctima, imitando un ataque cardíaco y causando la muerte en cuestión de minutos.
Lo único que quedó fue un pequeño punto rojo donde el dardo había entrado en el cuerpo, indetectable para quienes no supieran buscarlo.
Años después de dejar la CIA, Embree afirmó que el arma modificada, conocida como “microbionoculador no discernible”, había sido probada en animales y prisioneros con gran éxito.
Nixon clausuró el Programa Mknaomi en 1970, pero Gordon había entregado 5,9 gramos de toxina de crustáceo -casi un tercio de la toxina producida en la época- y viales de toxina derivada del veneno de cobra a un laboratorio de Washington.
En una audiencia de la comisión del Senado, el director de la CIA, William Colby, llevó consigo la pistola, permitiendo a los miembros del comité manejar el arma.
No se sabe si el arma fue utilizada alguna vez.
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