Jartum, la capital de Sudán, se encuentra en estado de sitio. Los puentes que unen el centro de la ciudad con sus barrios están bloqueados con contenedores. Las comunicaciones telefónicas y la conexión a internet están cortadas.
Desde el golpe militar del general Abdel Fattah Al-Burhane, el 25 de octubre, las manifestaciones de protesta se suceden cada semana y, hasta ahora, la feroz represión -que ha dejado 48 muertos y cientos de heridos- no ha conseguido detenerlas.
La policía dispara granadas de gas lacrimógeno para intentar repeler a miles de opositores al poder militar que se acercan al palacio presidencial, desafiando una represión que dura ya dos meses.
El sábado pasado la multitud llegó a sólo cincuenta metros del palacio de Jartum, donde se encuentra el llamado “gobierno de transición”. Tuvieron que evacuar a muchos heridos.
Desde las primeras horas del día, el gobierno trató de bloquear el país. Primero desapareció internet, luego dejaron de funcionar las comunicaciones telefónicas y los manifestantes que tenían previsto acudir desde los distintos barrios al palacio presidencial descubrieron que durante la noche habían llegado grúas para colocar enormes contenedores sobre los puentes del Nilo.
A primera hora de la tarde, como siempre, los manifestantes eran miles, bajo una nube de banderas sudanesas y los gritos ensordecedores contra el ejército, su jefe Al-Burhane y el primer ministro civil, Abdallah Hamdok.
En Madani, una ciudad a 150 kilómetros al sur de la capital, los manifestantes eran varios cientos. Hace menos de una semana, en el tercer aniversario del inicio del levantamiento popular que en 2019 obligó al ejército a poner fin a 30 años de dictadura militar de Omar Al-Bashir, los partidarios de un gobierno civil demostraron que seguían movilizados.
Aquel día la policía disparó munición real, además de lanzar gases lacrimógenos sobre los cientos de miles de personas que salieron a la calle. El sábado, las autoridades utilizaron otra herramienta importante: como hicieron durante casi un mes después del golpe, aislaron a los sudaneses del mundo.
Ante un nuevo estallido insurreccional, el sindicato de médicos prodemocráticos que lleva registrando víctimas de la represión desde 2018 dijo que pide al mundo que observe lo que ocurre, mientras los militantes luchan por difundir imágenes del país a través de la diáspora.