Es el titular de un periódico económico: “La caída de los amos de la química”, que repite por enésima vez la bancarrota de la economía alemana, esta vez referida a un sector emblemático de la industria, el químico, donde la producción cayó un 11 por cien el año pasado, tras una caída del 10 por cien el año anterior.
No se trata de una empresa; estamos hablando de todo un sector económico, que se enfrenta a una crisis estructural sin precedentes. Pero nadie se debería sorprender. El fin del suministro barato del gas ruso han acabado con el “milagro económico alemán”.
Estados Unidos ha volado los gasoductos Nord Stream y no va a parar hasta cortar cualquier vía de comunicación que lleve hacia el este, y menos si llega hasta Rusia.
Al otro lado del Rin, el sector químico es -sin duda- el que enfrenta los mayores desafíos. La química alemana, tercer sector industrial del país después de los automóviles y las máquinas-herramienta, se enfrenta a una crisis estructural sin precedentes desde la guerra de Ucrania.
En dos años la producción ha caído un 21 por cien según cifras de la patronal. El año pasado la capacidad productiva del sector se utilizó en un 77 por cien, cuando es necesario un índice del 82 por cien para que las empresas sean rentables.
Estados Unidos exigió que Alemania y Europa dejaran de comprar energía rusa con una política de tierra quemada y atentados terroristas para evitar que Berlín se vea tentado a dar marcha atrás alguna vez.
Los agricultores se manifiestan masivamente; los ferroviarios también, así como los conductores de los camiones…