La banda de narcotraficantes se componía de policías locales

La semana pasada la Audiencia Provincial de Málaga condenó a cinco policías del municipio malagueño de Mijas por formar un grupo organizado dedicado al tráfico de drogas.

Los policías robaban los estupefacientes a los camellos y consumidores para luego distribuirlos a cambio de dinero. En casa de uno de los policías encontraron 162 kilos de hachís y otros 250 gramos en el coche particular de otro. También ha aparecido droga en uno de los vehículos oficiales.

La Audiencia Provincial les condena por pertenencia a organización o asociación dedicada a distribuir drogas. Asegura que existía una estructura formada por dos unidades operativas y un informador, todos policías, con perfecto reparto de papeles, pues mientras uno se limitaba a informar a los otros de los posibles golpes que pudieran llevar a cabo, los restantes actuaban acudiendo por parejas al lugar de los hechos para poder apoderarse de los alijos.

La dirección de la organización la ostentaba uno de los policías que actuaba con autoridad dando instrucciones a los restantes sobre lo que deben hacer en cada momento. Las conversaciones telefónicas intervenidas revelan de forma inequívoca la connivencia con que actúan los seis acusados tendente a lucrarse con operaciones de tráfico de drogas.

A cuatro de los policías les han impuesto una pena de cuatro años y medio de prisión y al quinto, cinco años de cárcel; mientras que al último procesado se le condena a cuatro años de prisión.

Los policías utilizaban los vehículos oficiales, los uniformes reglamentarios, las placas, las armas, así como la información oficial obtenida en su propio provecho.

Cuando tenían conocimiento de un alijo, desembarco u operación de tráfico de drogas, se presentaban en el momento oportuno en el lugar, lo que producía la huida de los traficantes, apoderándose a continuación de la droga, que cargaban y transportaban en los propios vehículos oficiales al lugar de resguardo.

De esta forma tenían la garantía de que en el caso de que fueran sorprendidos en esa actividad, siempre podrían justificar su conducta como derivada de una intervención policial legítima de represión del tráfico de estupefacientes.

La Audiencia Provincial relata lo sucedido un día de noviembre de 2009 cuando mantuvieron una reunión varios de los policías condenados. Al día siguiente se iba a producir una transacción de hachís, coordinándose los dos vehículos policiales para realizar las vigilancias, cambiando, incluso, el turno de permiso.

Al día siguiente encontraron la droga y la trasladaron a la casa del sexto procesado, donde se intervinieron 162 kilos de hachís. El policía principal guardó la droga en su coche en el aparcamiento de la propia Jefatura.

Los policías, que llevaban un tren de vida muy elevado, pasaban de los demás delitos que se cometían. Los atracos les daban lo mismo. Les llamaban por radio porque se estaba cometiendo un asalto en una vivienda o una agresión en la calle y no aparecían.

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