La gran mezquita de Prístina, en Kosovo |
Uno de los viejos imanes, Enver Rexhepi, cuenta al New York Times que los nuevos clérigos llegaron a la ciudad ofreciendo ayuda, pero que su intención era otra y que ahí empezaron a ponerse de manifiesto las diferencias dentro del islam.
En 2004 Zekirja Qazimi, un antiguo estudiante de la madrasa, le amenazó. Durante muchos años Rexhepi había tenido colgada la bandera albanesa con el águila de dos cabezas en su mezquita. Era el símbolo de la “liberación” de Kosovo de Serbia.
Pero para los jóvenes imanes retornados de Arabia saudí, la bandera era un acto de idolatría y la retiraron. Luego el viejo imán fue secuestrado y brutalmente golpeado por unos enmasacarados en un bosque cercano a Gjilan. El imán acusó a Qazimi de haber instigado su secuestro, pero la policía nunca encontró a los autores.
Diez años después dos jóvenes kosovares se hicieron explotar en otros tantos atentados suicidas en Irak y Turquía. Entonces los investigadores empezaron a ponerse en funcionamiento y detuvieron a Qazimi escondido en un bosque.
En el juicio celebrado el viernes le condenaron a 10 años de cárcel por reclutamiento para una organización terrorista e incitación al odio.
Pero para entonces los wahabitas ya habían tendido sus redes a lo largo y ancho de Kosovo. A mediados de 2000 el dinero saudí corría a raudales por los Balcanes y los salafistas ejercían una influencia determinante.
Qazimi, que empezó dirigiendo una mezquita en una pequeña aldea, pasó luego a instalarse en El-Kuddus, cerca de Gjilan y muy pocos se atrevían a hacerle frente, ni siquiera Mustafá Bajrami, su antiguo profesor, a quien en 2012 eligieron jefe de la comunidad islámica de Gjilan.
Bajrami procede una familia musulmana de relieve en la época de Tito. Su padre, doctor en teología, fue el primer muftí de Yugoeslavia. Sin embargo, tras la penetración wahabí, sus alumnos se sublevaron contra él. Tuvo que prohibir que se abrieran las mezquitas fuera de los horarios de las plegarias para impedir la propaganda wahabita.
Los enfrentamientos continuaron. Durante los rituales religiosos, algunos fieles murmuraban e interrumpían a los imanes despectivamente.
La influencia de Qazimi y los wahabitas llegó a ser tan impopular que algunos musulmanes pidieron su expulsión cuando prohibió que las mujeres estrecharan la mano de los hombres. Pero eso no impidió que continuara atrayendo y reclutando a muchos jóvenes de Gjilan delante de la narices de los 7.000 soldados estadounidenses allá estacionados.