Assange es un periodista australiano, fundador de WikiLeaks, un sitio de web para enviar información confidencial que al publicarla online destapa la conducta criminal de las guerras y otros desastres de nuestra sociedad. En su artículo “Julian Assange and the Fate of Journalism”, Lawren Davidson subraya que WikiLeaks “se dedica a darle al público su derecho de saber lo que los gobiernos y otras organizaciones poderosas están haciendo”. Visto en su conjunto, WikiLeaks funciona como un distribuidor y proveedor de pruebas. Para Davidson, los miles de documentos que publica sirven para que los periodistas y otras instituciones puedan utilizarlos. Por tanto, si lo que se trata de investigar son personas y organizaciones para conocer la corrupción de las cloacas de los gobiernos, entonces, lo que WikiLeaks quiere es que conozcamos la verdad. Y a esto Davidson le llama un servicio público. Como WikiLeaks fomenta las filtraciones, no debe sorprendernos que los gobiernos le teman y que sientan un desprecio especial por su fundador.
Esto nos lleva a la gran contradicción de Occidente. Si Assange ha buscado servir al periodismo independiente y ha apoyado siempre la libertad de expresión, la libertad de prensa y el derecho del público a conocer la verdad, entonces, ¿por qué se quiere matar al mensajero? Davidson observa una diferencia entre los ideales del periodismo y la realidad en la que opera. El modelo ideal “aliena a los lectores/espectadores que no pueden diferenciar entre la verdad y sus propias opiniones”. La realidad, sin embargo, es diferente, pues “los editores presionan a los trabajadores de los medios para que transijan sus ideales profesionales”. Como resultado tenemos una gran cantidad de información manipulada, dirigida a una audiencia determinada. Esta alienación ha abierto la puerta a todos los medios para que puedan vender las noticias falsas.
El veterano periodista australiano John Pilger ha comentado en su artículo “Hold the Front Page: The Reporters are Missing” que “aunque el periodismo ha sido siempre una extensión suelta del poder del Establishment, algo ha cambiado en los últimos años”, pues con el capitalismo liberal se encamina hacia “una dictadura corporativa”. Para él, el periodismo mainstream [tradicional, dominante, mayoritario] “ha descendido a una fórmula de culto del prejuicio, rumores y omisión”. Cita al periodista Seymour Hersh, que destapó la conocida masacre de May Lai en la guerra de Vietnam y los bombardeos secretos en Camboya. Hoy este periodista no puede publicar en los medios mainstream y está obligado a publicar su trabajo de investigación fuera de Estados Unidos porque aunque la Enmienda I de su Constitución no pone “cortapisas a la libertad de expresión o de prensa”, la verdad es que en Estados Unidos no existe la libertad de prensa. El periodista independiente de Nueva York, Danny Haiphong, ha revelado que este problema se debe a que “el 90% de los medios pertenecen a unos cuantos monopolios privados que tienen sus propios objetivos”. Pueden ejercer presión sobre el Gobierno, mientras que el resto de los medios “no disponen de tantos recursos económicos”. Para Haiphong, el fenómeno de las noticias falsas se debe a que Estados Unidos y los países occidentales las necesitan para distraer a la gente de sus problemas reales como la pobreza, los desahucios, el desempleo, la sanidad y la guerra, entre otros.
Con tantos profesionales del periodismo independiente expulsados del mainstream, Pilger ve en internet una “fuente vital” para encontrar artículos con análisis basados en pruebas. Y precisamente cita a wikileaks.org como un sitio de periodismo independiente. También cita otros sitios como wsws.org, truthdig.com y globalresearch.org. Con el Reino Unido no se anda con contemplaciones. En ese país solo un sitio ofrece periodismo independiente y coherente: Media Lens. Según Pilger, este medio “ha hecho añicos el silencio sobre el periodismo corporativo”, pues lo interesante de sus editores, David Edwards y David Cromwell, es “su comprensión de la moralidad del periodismo –un término que raramente se utiliza”. Él cree que el trabajo de estos editores es heroico, y recomienda que un ejemplar del libro que acaban de publicar, Propaganda Blitz, esté “en cada escuela de periodismo que sirva al sistema corporativo”. Pilger arremete contra todo “el revanchismo” contra Assange y llama a las publicaciones de WikiLeaks “épicas”, porque avergüenzan a los que han traicionado al periodismo independiente. Según él, los estudiantes de periodismo deberían saber que la fuente de las noticias falsas no es solo el trollism o las noticias de Fox News, sino “un periodismo auto ungido con falsa respetabilidad: un periodismo liberal que reivindica el desafío del poder del Estado corrupto, pero que en realidad lo corteja y lo protege porque está en connivencia con él”.
Stefanía Maurizi es un testigo muy valioso para conocer la situación real de Assange por dos razones. La primera, por haber trabajado en WikiLeaks desde hace nueve años; y la segunda, porque lo ha visitado varias veces desde el 19 de junio de 2012, fecha en la que entró en la embajada de Ecuador en Londres. Desde entonces, “allí ha estado enterrado [no dice encerrado] en una pequeña embajada: un edificio deprimente y muy pequeño, sin luz del sol, sin aire fresco y sin poder salir fuera”. Nadie puede extrañarse cuando Maurizi afirma que esta dura situación está minando la salud física y mental de Assange. Y el Reino Unido no ha ayudado a resolver la situación en ningún momento, al contrario, está haciendo todo lo posible para derrumbarlo y hundirlo moralmente.
También, con el nuevo presidente de Ecuador, Lenin Moreno, el interés de proteger a Assange se va esfumando. Y el problema se agrava con la posibilidad de que pueda ser extraditado a Estados Unidos, porque allí nadie le ayudará. Como escribe Mark Curtis en su artículo WikiLeaks’ Legacy of Exposing US-UK Complicity, la “relación especial” de estos dos países solo sirve a los intereses de las élites de Londres y Washington. Curtis comenta que las publicaciones de WikiLeaks han sacado a la luz “la duplicidad, los abusos de los derechos humanos y la corrupción”, todo lo que el periodismo mainstream nunca hubiera publicado.
Los VIPS (Veteranos profesionales de inteligencia para la cordura, en sus siglas en inglés) han pedido asilo humanitario para Assange en su escrito VIPS Plead for Humanitarian Asylum for Julian Assange, basándose en la resolución de la OEA (Organización de los Estados Americanos) y la Inter-American Court of Human Rights (IACHR), de fecha 12 de julio de 2018, en donde se especifica que “las naciones tienen el deber de otorgar un salvoconducto a los solicitantes de asilo desde las embajadas a los países que les han dado un asilo individual”. Resulta que Ecuador le ha concedido a Assange la ciudadanía ecuatoriana. Por tanto, “Reino Unido tiene la obligación legal de permitir a Julian Assange la salida de la embajada ecuatoriana en Londres, así como un traslado seguro al aeropuerto para que pueda volar a Ecuador”. Si el Reino Unido rechaza esta petición, como ha hecho hasta ahora, está infringiendo gravemente los derechos legítimos de Assange.
Y Stefanía Maurizi ha pedido también que se acabe con la detención arbitraria de Assange, pues ya “es hora de parar esta persecución”. Los periodistas deben defender las publicaciones de WikiLeaks y todos los medios libres porque en realidad lo que corre grave peligro es el periodismo independiente.
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