Juanita Castro |
“Nunca volveré a Cuba”, ha confesado Juanita que, sus buenos tiempos, también fue guerrillera antes de pasarse al bando contrario. Actualmente tiene 83 años y desde hace 50 no veía a sus hermanos más que en las fotografías de los periódicos.
Sin embargo, a diferencia de otros gusanos de Miami, no se alegra de la muerte de ningún ser humano, ni tampoco de la de su hermano, según confesó la semana pasada en una entrevista a Associated Press.
Juanita es la quinta hermana de la saga Castro y de joven también luchó contra la dictadura de Fulgencia Batista. Cuando la revolución triunfa tiene 26 años y, como todo el pueblo de Cuba, es una entusiasta. En otra entrevista a L’Express dijo que entonces más que su hermano, Fidel era su héroe.
Pero su ánimo se enfrió pronto. El mismo recorrido no se ve de igual manera cuesta abajo que cuesta arriba. Cuando empezó la construcción del socialismo, empezaron también las dificultades, que ya no eran contra un sátrapa como Batista sino internas al propio movimiento revolucionario.
Las expropiaciones tampoco le gustaron a la joven Juanita, según relató en un libro biográfico “Mis hermanos, la historia secreta”, aparecido en 2009. Llegó el desencanto, la frustración. Suele suceder, además, que las grandes ilusiones son el preludio de grandes desilusiones y la de Juanita debió ser tan grande la llevó al otro lado de la barricada.
En la cadena Univisión, la principal televisión hispana de Estados Unidos, contó cómo en 1961 empezó a colaborar con la CIA contra su propio país a través de una radio de onda corta, aunque la colaboración tuvo sus límites: se negó a participar en cualquier acción que costara la vida para cualquiera de sus hermanos, aunque ayudó a introducir armas en la isla para los pistoleros de la contra.
En su libro relata que fue una de las primeras en informar a la CIA de que los soviéticos habían instalado misiles. La colaboración con el imperialismo fue viento en popa hasta 1963, cuando murió la madre de los Castro, que consideraba como su única protección. Al mismo tiempo descubrieron su traición.
Una mañana de 1964 le vino a visitar su hermano Raúl. Lo sabía todo. El G-2, el contraespionaje cubano, le había remitido un informe completo sobre sus actividades contrarrevolucionarias. Fidel estaba furioso contra ella, pero Raúl la ayudó a huir a México, desde donde pasó a Miami. Desde entonces no ha vuelto a ver a ninguno de sus hermanos.
Después de todo, al menos con ella Cuba demostró que no era tan depravada como cuenta. Debió correr el mismo destino que todos los traidores, que es el fusilamiento.
No estaba de acuerdo con los castros pero si con lo gringos por la plata baila el mono…