¡Joer, qué tropa!

Bianchi

Estamos en condiciones de asegurar que no hemos nacido sólo, única y exclusivamente, para buscar las cosquillas a «Podemos». Nos gustaría dedicar nuestro «tiempo libre», que decía el opusdeísta cantautor insufrible José Luis Perales -que le ponía enfermo al gran humorista «el Perich»– a la poesía o a jugar al dominó con amigos, pero nuestra «deformación profesional» nos lo impide.

Acabamos de ver por la tele que «Mister Paul Churchs» (como sabe inglispitinglis me entenderá), Pablo Iglesias, ha dicho que cuando dijo en Las Cortes (en Bilbao, me dicen amigos vascos, llaman «las cortes» al barrio chino), dirigiéndose a Pedro Sánchez, aquella gran verdad de la «cal viva», en alusión al camandulero y venal Felipe González y los GAL en la «guerra sucia» contra ETA, y no sólo contra ETA, lo ha retirado, o sea, que lo dijo, que dijo verdad, pero que fue, como dice su «gauleiter» Iñigo Errejón, en La Sexta este mediodía, fue en una sesión «acalorada», pues que pongan ventiladores en el Congreso. Ni siquiera cuando dicen algo decente y cierto son capaces de mantenerlo medio minuto. Hace pocos días, Sánchez declaró en la emisora fascista COPE, de los curas, que retiraba aquello que le dijo a Rajoy tildándole de «indecente». Estaría «acalorado», también.

Decía Fraga Iribarne que el Gobierno -en referencia al PsoE- «sólo acierta cuando rectifica». La frase tiene algún quilate, lo admitimos, aunque venga de un fascista químicamente puro. Pues bien, estos que llaman «emergentes»,  ya con el alma arrugada, ni eso. Y al revés. Se desdicen ellos mismos. Nada de aquello tan castizo y reaccionario de «sostenella y no enmendalla», o sea, el señor González era «Míster X», todo dios lo sabía, o sospechaba -al margen de Juan Carlos, el Rey, siempre al loro- y no retiro ni una coma, pues sí, la retiro, y lo que haga falta para demostrar -como dice Errejón- que nosotros -ellos- somos capaces de hacer estos ejercicios de «autocrítica» (no empleó esta expresión por, tal vez, tener ecos comunistas que le rechinan los oídos), y, añade este hegeliano sin saberlo -y mira que Hegel es grande- que «a ver cuándo otros hacen lo mismo», o sea, retractarse de los trastornos mentales transitorios, en jerga de derecho penal, en que dijimos verdades como puños, esto es, ¡¡¡ quién dice alguna verdad en este país es que está loco de atar -como «El loco Vidriera» cervantino- o es carne de prisión !!! como Nuestro Señor Don Quijote, autor de «Don Cervantes» fallecido hace cuatrocientos años exactamente.

Los dramaturgos solían decir, en sus tragedias, que los crímenes se cometían, mayormente,  siempre en estío, en tiempos de grandes calores, se supone que alterando los flujos nerviosos que, con tanto «caloret», que diría Rita, te vuelves medio majara.

Tenemos, pues, que con los calores uno está propenso a decir las verdades del barquero,  pero, ya en frío, reflexionando, uno se desdice de ese barquero, de ese puto barquero molesto. Y es que, bajo este sistema y con estas gentecillas, que van a lo que van, o sea, a lo suyo, ¿hay alguna diferencia entre decir la verdad sin que te acusen de criminal?

«Existir es pensar; y pensar es comprometerse», decía José Bergamín. A lo que su maestro, Unamuno, añadía: «Pensar es comprometerse… Y, a las veces, caer bajo el Código. Porque el delito mayor del hombre es haber pensado» (parafraseaba a Calderón de la Barca).

Ya ve el lector que no es necesario citar a Marx, Engels, Lenin y demás clásicos para desenmascarar a cierta gente que van de lo que no son, y son de lo que no hay, o sea, con disfraz y vacuna.

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