Y es tal su soberbia, que pillada in fraganti y sin defensa, ni siquiera se considera en la obligación de pedir, aunque sea a regañadientes, unas protocolarias disculpas, no, qué va, dice esta polichinela, negando la mayor, que estaba leyendo periódicos digitales ¡¡como si eso la hiciera mejor!! Y ello mientras hablaba en la tribuna el Presidente del Gobierno Rajoy, ¡¡su Presidente!! He aquí una clara muestra, un ejemplo vivísimo, de lo que les importa, no ya su propio partido, su Presidente, la sesión de la Cámara donde debatían eso tan rimbombante que llaman «El estado de la nación», sino, sobre todo, el pueblo español al que dicen representar estos payasos.
La aguerrida Villalobos, esa mujer «echada p’alante» según es fama, que empezó militando, como su marido Arriola, asesor de Aznar y del actual Gobierno, en lo que dan en llamar «extrema izquierda» como el padre de Pablo Iglesias y el de Iñigo Errejón, la que llama «tonto» a su chófer del coche oficial, la que va de «graciosa» ejerciendo de andaluza, como si por el mero hecho de ser andaluz ya te sientas tú obligado a reír, y él, el anadaluz, a hacerte reír, esta mujer, digo, se tapa, se oculta y se va por la puerta de atrás sin contestar a la «canallesca» con tal de no reconocer que la han pillado con el carrito del helado. A tal punto llega la soberbia y chulería de esta gentuza, por no hablar de sus sueldos, dietas, prebendas y congruas varias.
En China los empapelan, y si meten la mano a la caja pública, los fusilan.