Información versus conocimiento (la OMS pertenece al núcleo duro del imperialismo)

Tanto para el comportamiento maquínico como para el humano, en la sociedad del conocimiento la base está dada, en consecuencia, por la informática, que sirve para programar secuencias funcionales. Se trabaja con procesos describibles y mecánicamente reejecutables, con medios formales, por una secuencia de señales (algoritmos). Esto suena bien para el funcionamiento de tuberías hidráulicas, aparatos de fax y motores de automóviles; está muy bien que haya especialistas en eso. Sin embargo, cuando el comportamiento social y mental de los seres humanos es también representable, calculable y programable, estamos ante una materialización de las visiones de terror de las modernas utopías negativas
(Robert Kurz. La ignorancia de la sociedad del conocimiento. 2002)

En la década de 1990, el término “sociedad del conocimiento” suplantó al término “sociedad de la información”.

En anteriores escritos he afirmado que la imposición del experimento social bajo el subterfugio pandémico, tenía como uno de sus objetivos (al margen de la reestructuración económica y financiera) extraer miles de millones de datos personales de una parte a otra del planeta. Los arrestos domiciliarios impulsaron una desenfrenada utilización de las plataformas virtuales en las cuales se volcaban pensamientos, fotos, conversaciones, quejas, aceptaciones, críticas, miedos, emociones… que eran raptados por los distintos operadores al servicio todos ellos de las órdenes emanadas desde las cúpulas del poder del Imperialismo S.A.

Asimismo, los historiales médicos personales, en teoría amparada su confidencialidad por las leyes de Protección de Datos han pasado todos a manos de los complejos farmacéuticos, financieros y militares.

Sabían de antemano los gustos, las preferencias de compra, que se comía, que ropa se usaba, que películas se miraban, que lugares se visitaban… ya que a través de los “memes”, “selfis”, WhatsApp y videollamadas ya hace años que se están acumulando datos sobre el comportamiento de miles de millones de personas, aunque estos datos no establecieran un modelo de comportamiento para un “suceso determinado” afín a todo el mundo.

El concepto “meme” fue acuñado en 1976 por Richard Dawkins, que según sus palabras, es “una idea, comportamiento u estilo que se expande de persona a persona dentro de una cultura”. Dicho concepto enclavado en la obra de Dawkins “El gen egoísta”, modelo actualizado de la supervivencia del más apto ha sido trasladado a lo que se llama la “transmisión cultural” en la era de internet que depende en buena parte de simples fotos, vídeos o textos que utilizan la burda chanza para transmitir una “información” y que al igual de lo expresado por Dawkins, los memes suelen ser una idea que busca el contagio.

La psicóloga Susan Blackmore afirma que para entender por qué algunos memes tienen éxito y otros no hay que entender el proceso de selección natural de Darwin: «Así que lo que ocurre con los memes es realmente lo mismo que ocurre en biología” (1).

Todo ello forma parte de las investigaciones de la llamada Inteligencia Emocional Artificial, también conocida como Computación Afectiva, que se refiere a la rama de la Inteligencia Artificial que tiene como objetivo procesar, comprender e incluso replicar las emociones humanas.

En 2009, Rana El Kaliouby y Picard fundaron Affectiva, una empresa de Inteligencia Emocional Artificial con sede en Boston. La cámara del usuario captura sus reacciones mientras ve un anuncio. Aplicando dicha técnica que analiza la expresión facial, el habla y el lenguaje corporal, pueden obtener una visión completa del estado de ánimo del individuo con unos niveles de precisión del 90% debido a los conjuntos de pruebas de seis millones de caras de 87 países diferentes utilizados para entrenar algoritmos de aprendizaje profundo. A partir de un conjunto de datos diverso, la Inteligencia Artificial cataloga qué señales de lenguaje corporal y patrones de habla coinciden con diferentes emociones y pensamientos (2).

De hecho, existen varios programas informáticos capaces de archivar las emociones y los estados cognitivos de las personas mediante el análisis de las expresiones faciales, las miradas, los gestos y el tono de voz, como el modelo lingüístico para aplicaciones de conversación LaMDA de Google. “De este modo, la ‘máquina’ no sólo reconoce si estamos contentos, tristes, cansados o serenos, sino que a su vez “aprende” los datos asociados a las emociones. Y es capaz de replicarlos” (3).

Si realizamos un croquis de la llamada Inteligencia Artificial podemos establecer que las maniobras para su implantación global con anterioridad al 2020 no eran las totalmente requeridas por las grandes corporaciones por la falta de “datos”. Estos datos necesarios para el funcionamiento de la “Inteligencia emocional” son almacenados, mediante un minado, en bases de datos para transformarlos en controladores de las emociones humanas.

A nivel de laboratorio los datos representan tan sólo un pequeño índice tendencial, pero cumplimentar las expectativas del control social global precisa una amplia muestra y que mejor forma de conseguirla que encerrando a cientos de millones de personas en su casa, aislándolos de amigos y familiares, expresando su terror, su impotencia, sus interrogantes, sus acatamientos, sus desacuerdos…

Las “informaciones” que promueven estados anímicos de temor, rechazo, lástima o admiración ante acontecimientos diversos (inundaciones, terremotos, incendios, guerras, etc.) suponen solamente poder establecer unas pautas de comportamiento regionales o dispersas. Hacía falta que algún organismo internacional con una cierta aureola de autoridad, imparcialidad y bondad estableciera un acontecimiento que afectara al conjunto de la masa humana del planeta. Este organismo fue la llamada Organización Mundial de la Salud. Organismo que la propaganda define como apolítica y benefactora, cuando en realidad no es otra cosa que una marioneta a sueldo del gran conglomerado farmacéutico – químico – militar. Y que una institución española en absoluto enfrentada al Imperialismo S.A. como es el Real Instituto Elcano constata que “la OMS se formó en el entorno político de la posguerra y la Guerra Fría, bajo una gran influencia de EEUU” (4).

Y el Imperialismo S.A. ordenó a la OMS declarar una pandemia mundial ante la cual se debería paralizar la vida y encerrar a cientos de millones de personas en arrestos domiciliarios cuya única relación con familiares, amigos, vecinos fuera a través de las redes informáticas, canalizando éstas los flujos de información necesarios para nutrir los algoritmos de la llamada Inteligencia Artificial.

Una magna operación en la cual han estado involucradas las grandes economías mundiales con independencia del color de sus banderas, al mismo tiempo que han obligado a las naciones subordinadas a sumarse a sus dictados. Si en algún caso, algún dirigente político periférico ha intentado enfrentarse a dichas órdenes, curiosamente “ha muerto” a los pocos meses: Pierre Nkurunziza (Burundi), John Magufuli (Tanzania), Jovenel Moise (Haití) o se han salvado por los pelos como Andry Rajoelina (Madagascar)

Podemos asegurar que la OMS pertenece al núcleo duro del Imperialismo S.A., teniendo a sus directores a sueldo ya sea del multimillonario fascista japonés en los años 90 Ryoichi Sasakawa que puso a su títere Hiroshi Nakajima como director, o de los modernos fascistas norteamericanos Gates y Fauci que pusieron a Tedros Adhanom Ghebreyesus.

La información ha sido la pieza clave de todo este entramado. Cualquiera en cualquier lugar del mundo pudo “ver” montones de ataúdes, aunque las fotos fueran realizadas fuera de contexto y en años anteriores. Cualquiera pudo leer en las portadas de todos los periódicos “aumenta el número de fallecidos por el covid”. Cualquiera pudo escuchar por la radio o la televisión el peligro que representaba acercarse a cualquier persona o salir a la calle o no ponerse un bozal.

Todo ello en ausencia de “conocimiento”. Todo en base a la “información.

Debemos preguntarnos qué conocimiento han tenido los miles de millones agobiados por las informaciones. Debemos preguntarnos también el porqué de la apatía para “conocer” lo que estaba ocurriendo cuando había y hay multitud de conocimiento que pone en entredicho el discurso de las grandes corporaciones y las informaciones tergiversadas.

Información ligada al conocimiento existe, sólo hay que buscarla, aunque es más cómodo visualizar un “meme” absurdo que leer cuarenta páginas de informes realizados por científicos que todavía no se han vendido a las multinacionales. Mientras tanto están depurando los mecanismos para el control emocional de la humanidad, puesto que el control social ya se demostró que disponían de él.

Crear núcleos de resistencia ante tamaño desmán debería ser una tarea prioritaria de quienes todavía piensen, se emocionen y luchen por una sociedad distinta cualitativamente.

(1) https://www.bbc.com/mundo/noticias-48092621
(2) https://telefonicatech.com/blog/puede-la-inteligencia-artificial-entender-las-emociones
(3) https://am.pictet/es/blog/articulos/innovacion/inteligencia-artificial-sentimientos-futuro
(4) https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/la-oms-en-su-encrucijada/

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