Indonesia, el mayor productor mundial de aceite de palma, ha anunciado que dejará de exportar este producto. Como consecuencia, los precios han empezado a subir, lo que afectará al coste de producción de los productos alimentarios y, por lo tanto, al precio que pagan los trabajadores del mundo entero.
El aceite de palma se utiliza ampliamente en la industria alimentaria. Es barato y tiene propiedades especiales que son difíciles de reproducir con sustitutivos. Entre los monopolios alimentarios que la utilizan está Ferrero. La Nutella contiene aceite de palma.
La mayor parte de esta materia prima se produce en Indonesia. El país asiático representa la mitad del suministro mundial. Por eso, cuando el gobierno indonesio anunció el 26 de abril que cesaban todas las exportaciones de aceite de palma, cundió el pánico. Los precios del aceite de palma subieron un 7 por cien en los mercados a raíz de ello, y la tendencia podría continuar.
La decisión de Indonesia fue justificada por su presidente, Joko Widodo: pretende que los hogares puedan hacer frente a la escasez de aceite de cocina en su territorio y evitar una inflación excesiva. Una medida de protección, por tanto, en un momento en que la industria agroalimentaria empezaba a revisar sus recetas para compensar la escasez de aceite de girasol.
El segundo mayor exportador de aceite de palma, Malasia, tendrá que intentar compensar, pero es poco probable que lo consiga. Rasheed JanMoh, director de la asociación de refinadores de aceite comestible de Pakistán, dice que “nadie puede compensar la pérdida de aceite de palma indonesio. Todos los países sufrirán”.
Las consecuencia del cese ya han llegado a África y se extenderán al resto del mundo, donde el aceite de palma es menos utilizado para cocinar por los trabajadores que prefieren el aceite de girasol, colza, cacahuete u oliva.
El aumento de los precios del aceite de palma en los mercados mayoristas tendrá un efecto negativo en la industria alimentaria, que lo utiliza masivamente: los costes de producción aumentarán, agravando la tendencia actual.
Los fabricantes no tendrán más remedio que subir los precios a los consumidores para repercutir total o parcialmente las subidas de costes. Esto reforzará la tendencia inflacionista que pesa sobre los trabajadores. La inflación en España supera el 8 por cien y amenaza con reducir drásticamente los salarios reales.
Sin embargo, entre los vendedores ambulantes de las ciudades africanas, las subidas de precios causan hambre y carestía, según los reportajes de la prensa continental (*). El aceite de palma está omnipresente en los platos africanos, desde el arroz jollof nigeriano hasta los plátanos pegajosos alloco marfileños.
A principios de marzo el aceite de palma crudo de Malasia, que sirve de referencia mundial, alcanzó un récord de 1.718 dólares la tonelada, casi el doble del precio de un año antes.
En el África subsahariana, el gasto en alimentos ya representa el 40 por cien del gasto de consumo de los hogares, la proporción más alta de cualquier región del mundo, y más del doble del 17 por cien que se gasta en alimentos en las economías avanzadas.
“Con el rápido aumento de los precios en todos los sectores, incluido el de los combustibles, y con decenas de millones de africanos ya sumidos en la pobreza extrema por la pandemia, la subida de los precios del aceite de palma obligará a muchas personas a tomar decisiones difíciles”, dice un periódico de Camerún.
Los precios de los alimentos básicos aumentaron más del 23 por cien el año pasado, el ritmo más rápido en más de una década. En marzo, el índice mundial de precios de la carne, los productos lácteos, los cereales, el azúcar y los aceites de la FAO alcanzó su nivel más alto desde su creación en 1990, tras un gran salto del 12,6 por cien desde febrero.
(*) https://cameroonvoice.com/news/2022/04/28/comment-lafrique-fait-les-frais-de-la-tempete-parfaite-de-lhuile-de-palme/
La subida del precio de los alimentos, a corto plazo, traerá muchas dificultades a muchas familias. A largo plazo, sólo repercutirá en unas menores rentas para los que suministran a dichas familias otros productos o servicios, puesto que el gasto en alimentación no se reduce tan fácilmente.