Además, hay 282 detenidos, de los que 73 han quedado bajo custodia policial. El movimiento conocido como los “chalecos amarillos” no sólo ha sido espontáneo sino también ilegal, ya que no fue anunciado a la policía previamente.
Jubilados, profesionales liberales o pequeños comerciantes han figurado entre los 300.000 participantes movilizados en unos 2.000 puntos repartidos por todo el país, como rotondas, peajes y puentes, muchas veces sin haber avisado previamente a la policía, lo que ha generado desconcierto.
La gendarmería movilizó 5.000 patrullas de carretera para tratar de levantar las barricadas. Sin embargo, por la noche 200 de ellas aún no se habían levantado y en 1.400 puntos seguía habiendo manifestantes. La policía alertó de que con la caída de la noche había cambiado el perfil de los manifestantes y que quedaban los más proclives a generar disturbios.
Richard Lizurey, director general de la gendarmería, dijo que en algunos puntos los manifestantes habían lanzado cócteles molotov contra la policía.
De entre las centenas de incidentes, destaca la muerte en Pont-de-Beauvoisin (sureste de Francia) de una mujer de unos 50 años atropellada por otra que tuvo una crisis de nervios cuando los manifestantes golpearon su coche.
Desde principios de año, el precio del gasoil aumentó en Francia 7,6 céntimos por cada litro (12 por ciento) y 3,9 céntimos en el caso de la gasolina (5 por ciento). El 1 de enero las tasas sobre el gasóleo subirán 6,5 céntimos por litro y las de la gasolina 2,9 céntimos, lo que el gobierno justifica por los gases de “efecto invernadero”, habiendo acuñado la expresión “fiscalidad ecológica”.
Sin embargo, tras llegar a la Presidencia, Macron bajó los impuestos a los más ricos con una supresión parcial
del impuesto sobre la fortuna y una limitación del 30 por ciento de la fiscalidad sobre el capital.
Además, ha aumentado las
cotizaciones sociales para los jubilados, ha congelado prácticamente las pensiones y las ayudas sociales…
Una pareja que consume 45 litros de gasolina al mes, paga más de 1.000 euros
en tasas, que en Francia es el salario mínimo.
Como dicen en Francia, la ecología es para los “progres”, ese tipo de
burguesitos urbanos y acomodados preocupados por el CO2.