N.B.
En tiempos en que escribir sobre lo evidente resulta poco menos que una proeza dan ganas de mandarlo todo a tomar por saco y dedicarse a la poesía o a cultivar el jardín (del gran Epicuro). Ves lo que ves, tanta injusticia, tanta infamia, y rara vez oyes hablar en plata diciendo que este sistema no da más de sí, que hay que acabar con el capitalismo y el imperialismo que nos lleva a la miseria y a la… guerra. Que hay que hacer -y organizar- la Revolución.
Menos mal que quedan las fuentes marxistas y no marxistas que no se vendieron. Gracias a Marx, y muchos má(rx)s sabemos que los economistas clásicos (que no estaban corrompidos como los de hoy) justificaban el orden burgués al mismo tiempo que inmunizaban a la clase dominante contra la idea del carácter histórico, por tanto transitorio, de su dominación. Para ellos las relaciones burguesas de producción, al igual que las instituciones burguesas, tenían un carácter «natural». Para aquellos economistas y filósofos burgueses -cuando todavía esta clase tenía un ardite de orgullo- no había más que dos clases de instituciones: unas artificiales y otras naturales. Se parecen a los teólogos, que a su vez establecen dos clases de religiones. Toda religión extraña es pura invención humana, mientras que su propia religión es una emanación de Dios (ponemos «Dios» con mayúscula porque, según la RAE, ponerlo con minúscula, sería una falta de ortografía y aquí, en estas cosas, somos gente de «orden»). Son leyes eternas que deben regir siempre a la sociedad. De modo que hasta ahora ha habido historia (Fukuyama no inventó nada), pero ahora ya no la hay. O sea, hay lo que hay.
La burguesía -que hace varios parsecs de tiempo que no tiene ideas ni principios y por eso compra a paniaguados amorales y vendedores de crecepelos -tiende a personificar los regímenes o sistemas políticos. El socialismo cubano es, por ejemplo, «castrismo» y, por supuesto, una «dictadura». Lo que hay en el Estado español es una «democracia» porque hay «demócratas» que dicen (y se llenan la bocota) «nosotros los demócratas», esa impiedad cristiana de corte calvinista que valora más lo que uno hace que lo que dice de sí mismo. Las campañas contra Cuba no cesa(ban). Su régimen es/era «artificial» pues pasó al más o menos ortodoxo socialismo sin pedir permiso superando el capitalismo que es lo «natural» y rezan las Sagradas Escrituras. El socialismo cubano -toda forma de socialismo- es «antinatural» y Castro un personaje histriónico (espero que se me entienda la ironía para prevenirme de algún lector quisquilloso). Acabar con él es volver al curso «natural» de la historia, otrosí: la libertad de explotar, digo, perdón, de empresa. Y también la libertad de mentir, digo, perdón, de expresión (freedom of speech). Cuando pase esto, la historia volverá a recobrar su pulso y se desandará el paso que nunca debió dar: el socialismo, ese «accidente artificial».
Ahora parece que se «normalizan» las relaciones entre Cuba y el Imperio, ¿será esto un signo de «evolución» o «involución»?
Me he sentido identificado con lo que dices, pero no podemos desesperarnos; es contrarrevolucionario. Sobre lo de Cuba y el imperio, yo diría que no se avecina nada bueno. Si USA cede, es por que le conviene…