Y para saber que pasó, hay que retrotraerse a los años de represión que siguieron al golpe de Estado franquista. Muchos tuvieron que huir al monte para evitar la muerte y allí se organizaron en grupos, como el destacamento “Manolo Bello”, al que pertenecieron los guerrilleros. «No eran bandidos ni forajidos, luchaban por la legitimidad democrática refrendada por las urnas en febrero de 1936, pero la historia les ha condenado a ocupar el lugar que el régimen quiso en el imaginario colectivo», lamenta García-Rodeja. Por eso, la labor de la ARMH no solo consiste en remover la tierra de fosas y cunetas, sino que resucitan también la memoria que había quedado sepultada.
A finales de la Guerra Civil, los montes de León y Galicia resguardaban a 20.000 hombres relacionados con la guerrilla. Castelo Mosquera -jefe del Destacamento- Pena Tarrasa y Pena Camino formaron parte de la IV Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia, pioneros en la resistencia antifranquista. «El triunfo fascista en tierras gallegas durante los primeros días de la Guerra Civil les hizo huir a Zas, una parroquia situada al este del concello coruñés de Negreira. Allí encontraron refugio en casa de Carmen Teiga», cuenta García-Rodeja.
El 5 de marzo de 1949, varios guardias civiles rodearon la vivienda y se produjo un tiroteo en el falleció Carmen Temprano Salorio, que mantenía una relación con Castelo Mosquera. Fue enterrada en las cercanías del cementerio de Aro y sus restos fueron recuperados por miembros de su familia, que residen actualmente en Estados Unidos.
Los demás lograron huir a caballo, pero por poco tiempo. Terminaron siendo cercados unas horas después, en el kilómetro 23 de la carretera entre Portomouro y Santa Comba. «Allí se produjo un nuevo enfrentamiento donde tres guerrilleros fueron abatidos, junto con Manuela Teiga, sobrina de la dueña de la casa de apoyo. Manuel Ramiro Souto fue el único superviviente. Murió tres años más tarde en otro choque contra la Guardia Civil de Mesía», señala la portavoz de ARMH.
«Algunos vecinos recuerdan todavía que los guardias no quisieron velarlos aquella noche en el cementerio y pronto se corrió la voz. Habían visto el cadáver de Manuela Teiga, una niña muy joven, conocida por todo el pueblo», narra Carmen García-Rodeja. Este episodio, que aún se conserva como parte de la memoria colectiva de la zona, sirvió para poner un punto de partida a la exhumación.
La denuncia de un familiar de los guerrilleros hizo que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica iniciara los trámites. «En el caso de estos guerrilleros, la búsqueda fue relativamente sencilla. En aquella época, se premiaba que la Guardia Civil persiguiera y erradicase a cualquier sospechoso de haber luchado en el bando republicano; así que dejaron registros de las ejecuciones. Con esa documentación, no tardamos en encontrar las sepulturas», recuerda la portavoz de ARMH.
El 24 de octubre de 2016 comenzaron los trabajos de recuperación de los restos bajo la dirección del arqueólogo René Pacheco, Marco Antonio González Carrera y la colaboración de un grupo de voluntarios.
El sábado se devolvieron a sus familiares. «Quiero agradecer a todas las personas que han hecho posible que haya recuperado las cenizas de mi padre. Espero que nunca vuelvan a dar un golpe de estado o se produzca otra guerra «, dice emocionada Antía Peña Díaz.
«Ahora es cuando comienza el duelo. Los familiares han arrastrado una pena sumergida durante 70 años y este acto les da la oportunidad de celebrar el entierro que nunca fue. Esa es la razón de que hagan replicar las campanas y algunos vengan de negro», explica García-Rodeja.
La ARMH, sin embargo, no termina aquí con su lucha. «El tabú persiste. En los pueblos que vivieron el horror de esos días, todavía se limitan a referirse a los guerrilleros que fueron ejecutados como ‘gente que murió en la guerra’, como si hubiesen caído en el campo de batalla», indica García-Rodeja.
Pero no sólo ellos sufrieron la represión. También la población civil que les daba apoyo fueron encarcelados. Entre ellos, destaca la desaparición de Erundino Vieto Baña, de la parroquia de Lañas. Hoy los suyos siguen buscándole. «La muerte acabó con tu vida, pero tus sueños y recuerdos se mantienen vivos», enuncia Xosé Tosar Fernández (11 años), familiar de Vieito, en un homenaje.
Desde el año 2000, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha localizado a más de 1.400 víctimas del franquismo. Solo en Galicia, su trabajo suma 18 fosas y un total de 53 cuerpos recuperados.