Nosotros preferimos hablar del «Régimen del 39», o sea, el que surgió tras la «Victoria» del fascismo en la guerra civil española, y no sólo española. No negamos, por supuesto, que ha habido cambios que atribuimos a pura cosmética y marketing que se traduce en puritito lampedusismo: cambiar algo para que todo siga igual… en lo fundamental, añadimos nosotros.
Dirán que estamos anclados en un recoveco de la Historia y somos unos jurásicos, pero la realidad de las cosas y los hechos nos dan, malgrè lui, la razón. La última vez con ocasión de los restos de Franco que quieren exhumar del Valle de los Caídos (en vez de derruir y destruir ese monumento a la ignominia si tuvieran un pelín de vergüenza, lo que, por cierto, ya hubo quien lo intentara en su día). ¿Cómo es posible que después de casi medio siglo de la muerte del sanguinario general, o sea, ya en «democracia», que dirían los paniaguados al servicio del capitalismo y su corrupto sistema, incluidos los podemitas, se siga hablando de Franco, su tumba y Cuelgamuros? (o del expolio del Pazo de Meirás, que esa es otra). O bien este muerto está muy vivo o bien está mal matao y peor enterrado. O bien tenemos razón.
Desde ese espécimen incoloro, inodoro e insípido que llaman «izquierda» y me río yo, suelen esgrimir -para justificar el levantamiento de las exequias del militar criminal- como recurrente y martilleante ejemplo, se supone que irrebatible y demoledor, aquello de ¿se imagina alguien que en Italia o Alemania hubiera monumentos donde se homenajeara a Mussolini y Hitler? No, ¿verdad? Pues en España tres cuartos de lo mismo con Franco, oiga.
Personalmente siempre contesto lo mismo a riesgo de caer en una simplificación, a saber: Franco, señores, estiró la pata (de muy mala manera, esto sí) en una mesa-camilla rodeado de los «vencedores» (y el «equipo médico habitual»), mientras que el Duce y el Führer murieron, uno linchado y otro suicidado, derrotados política, militar y, sobre todo, a los efectos que nos interesa, simbólicamente. Y es por esto, por lo que, sencillamente, no se ven estatuas en las plazas de esos dictadores en Roma ni en Berlín, pero sí, hasta ayer como quien dice, de Franco en ciudades españolas. Porque el de Ferrol no fue derrotado y de ahí que los nostálgicos del franquismo lo recuerden con una lógica aplastante, por cierto, y desde su punto de vista, claro está.
Dicho esto -y más que se podría decir-, sigan hablándome del «régimen del 78», por favor…
Buenas tardes.