Una perspectiva jurídica otorga mala prensa a los golpes de Estado, como el de Níger, sobre todo si los ejecutan militares, como es el caso. La doctrina oficial es que los únicos cambios políticos válidos son los que se deducen de las urnas, no de la fuerza.
Los golpes de Estado son, además, un atavismo, un indicador de atraso, de tercermundismo. Los países imperialistas miran con condescendencia a los gobiernos salidos de la fuerza. Sin embargo, ellos mismos nacieron de guerras externas y externas, como Estados Unidos. Desde 1789 Francia ha conocido más golpes y contragolpes que Nigeria en sus 60 años de historia independiente. ¿Acaso no es el bonapartismo un invento francés?
En un país neocolonial, como Níger, la metrópoli no sólo impulsa los golpes, sino también las elecciones, y cambia de un método a otro según sus intereses. No hay ninguna diferencia entre el derrocado presidente Bazum y el general golpista Tchiani, excepto una: el primero es obra de Francia y el segundo contra ella.
Hay golpes que se vuelven contra sus patrocinadores. La ola desatada en 2011 por los imperialistas y su “primavera árabe” es un buen ejemplo porque desestabilizó más de lo que pretendía, incluido Níger.
“En 2013 Francia se vio envuelta en una segunda guerra en Malí para reparar los daños de la primera. Pero como no consiguió restablecer la paz en el Sahel, con unos 5.000 soldados, sobre una superficie superior a los cinco millones de kilómetros cuadrados, las poblaciones sahelianas comenzaron primero a dudar de Francia, luego a expresar en voz alta sus frustraciones, y ahora su rechazo. Aquí es donde estamos hoy. El uso por parte de Francia, en nombre de los ideales democráticos, de su ‘poder duro’ contra la Libia de Gadafi terminó creando una catástrofe regional”, dice el periódico francés Le Figaro (*).
Ahora el gobierno francés vuelve al viejo colonialismo de siempre. A lo largo de este mes las declaraciones oficiales que llegan de París no hablan de otra cosa que de una intervención militar en Níger porque los golpes preceden a las urnas y éstas suceden a aquellos.
Francia es el “poli malo” y Estados Unidos ejerce de “bueno”. Los países africanos, incluídos los de la Cedeao, parecen los espectadores de un juego que les concierne directamente. También están divididos en “buenos” y “malos”. Sólo hay unanimidad en la población africana, ampliamente opuesta a otra intervención imperialista sobre sus tierras, aunque sea bajo el paraguas de la Cedeao.
Por lo tanto, una agresión militar contra Níger sería como arrojar una cerilla a un polvorín. Las consecuencias serían imprevisibles. Una “locura” titula Le Figaro. “Un baño de sangre”, un “desastre humanitario” y el retorno al colonialismo. “Ya no le corresponde a Francia decidir quién debe gobernar Níger”, concluye el periódico.
Va ser difícil volver a vender la moto de las “buenas intenciones” de Francia. En el caso de Libia lo lograron, en parte, porque ya tenían una campaña de intoxicación contra Gadafi muy anterior. El golpe del 26 de julio en Níger les ha pillado por sorpresa. Aún no han fabricado el “malo de la película” que tuvieron en Milosevic o Sadam Hussein. No han inventado nada parecido a las “armas de destrucción masiva”, ni el mito talibán.
(*) https://www.lefigaro.fr/vox/monde/renaud-girard-une-intervention-militaire-francaise-au-niger-serait-une-pure-folie-20230815