Durante la semana pasada Kerry y Lavrov también mantuvieron una serie de reuniones maratonianas en Ginebra para tratar de avanzar algún punto de acuerdo. Fue inútil.
Ayer Washington ya acusó a Moscú de dar marcha atrás en algunos puntos de las negociaciones, lo que presagiaba el desenlace final.
Obama ya dijo que acudía a la reunión con escepticismo. También reconoció que Rusia se había convertido en el protagonista central de la Guerra de Siria. Si no fuera por el apoyo aéreo de Rusia, el gobierno de Damasco no podría mantener su ofensiva, dijo Obama.
Los denodados esfuerzos del gobierno de Obama por aislar a Rusia han fracasado. El apoyo a Bashar Al-Assad durante la guerra ha convertido a Rusia en un protagonista internacional mucho más relevante de lo que era hace un año.
La situación del propio Bashar Al-Assad se ha fortalecido, mientras el cerco sobre los yihadistas se vuelve a estrechar en Alepo y Turquía ha acabado de sellar la frontera tras la apertura de un segundo frente en el norte de Siria, en la localidad fronteriza de Al-Rai.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, tras la caída de las localidades fronterizas el Califato Islámico ha “perdido todo contacto con el mundo exterior”.
La última ola de atentados con explosivos que se han sucedido en Siria, que han causado decenas de muertos, expresan esa situación desesperada del Califato Islámico.
La principal exigencia de Estados Unidos, la salida del gobierno de Basahar Al-Assad, se vuelve, pues, irreal. No obstante, para Putin el principal problema es otro: Estados Unidos tiene que aclarar a qué llama “oposición moderada”.