Las sanciones económicas impuestas a Rusia desde 2022 tenían como objetivo aislar al país y reducir su capacidad para defenderse. Afectan a varios sectores, incluido el energético. Las tuberías que llevaban gas ruso a Europa se cerraron o se volaron.
Pero la interdependencia energética entre Europa y Rusia sigue estando profundamente arraigada, particularmente en lo que respecta a las importaciones de gas licuado. El gas ya no llega por las tuberías sino por barco.
Europa sigue dependiendo en gran medida de las importaciones de gas licuado de Rusia, una dependencia que es evidente dos años después del inicio de a guerra en Ucrania, que ha visto caer significativamente las importaciones de gas por gasoducto desde Rusia.
Las importaciones rusas de gas licuado en Europa han aumentado. El año pasado representaron más del 16 por cien del suministro total del continente, frente al 12,74 por cien del año anterior.
En el centro de este problema está la capacidad limitada de otros proveedores importantes, como Noruega, para satisfacer la creciente demanda, lo que convierte al gas ruso en imprescindible para varios países europeos.
Francia, España y Bélgica destacan como los principales importadores europeos de gas licuado ruso, y España en particular no muestra ninguna intención de diversificar sus fuentes de suministro debido a limitaciones contractuales. Esta realidad complica aún más los esfuerzos europeos por reducir la dependencia del gas licuado ruso.
Las perspectivas para reemplazar el gas ruso en Europa son castillos en el aire. Hay muchos planes y muy pocas realidades.