Europa quiere crear un ‘escudo espacial‘

La Unión Europea ha dado un nuevo paso en el rearme a ultranza. El plan Readiness 2030 se estructura en torno a un sistema de defensa antidrones, fortificaciones del flanco de Europa oriental y una escudo antiaéreo para interceptar amenazas balísticas.

El proyecto no es barato: asciende a 800.000 millones de euros, aunque no hay un frente identificado, sino una costelación imprecisa de “amenazas“ que afectan a numerosas infraestructuras sensibles o estratégicas.

El elemento más innovador sin duda sigue siendo el Escudo espacial europeo, con el objetivo es llenar las nueve “brechas” que la Comisión Europea ha identificado.

El escudo, cuyo lanzamiento está previsto para el segundo trimestre del año que viene, pretende proteger infraestructura espacial crítica de la Unión Europea. Estos satélites, que proporcionan servicios civiles y militares esenciales como la navegación (Galileo) o comunicaciones seguras (IRIS), son cada vez más vulnerables a las amenazas modernas.

Los riesgos identificados alcanzan a las interferencias y la suplantación de señales realizadas directamente en órbita.

Es mucho dinero para hacer frente a una colección de ambigüedades que nadie sabe si se producirán en algún momento. Es normal que hayan aparecido las primeras fricciones con la OTAN por la duplicación de esfuerzos y estructuras de mando.

Si la Unión Europea se parece cada vez más a una jaula de grillos, la superposición con la OTAN puede convertirse en algo mucho peor porque ya ha advertido que un ataque en el espacio es suficiente para activar su artículo 5 sobre defensa mutua (lo cual es algo que siempre está por descubrir).

Después de semanas de discusiones, parece que se ha llegado a un compromiso en la forma que cabía suponer: la OTAN está por encima de todo y los proyectos de la Unión Europea se tienen que integrar en las estructuras de mando y control de la Alianza.

Bruselas hará lo que mejor sabe: actuar como asesores para la financiación mediante préstamos y subvenciones. Los Estados miembros mantendrán la gestión operativa, lo que podrá abrirse -quizá- a otros compinches, como Reino Unido o Canadá.

No obstante, con la aprobación de la hoja de ruta prevista para finales de este año, la Unión Europea quiere enviar la señal de que el divorcio sigue adelante: no quiere depender únicamente de sus compinches, para evitar que la dejen en la estacada, como en Ucrania.

La duda es siempre la misma: se trata de planes ambiciosos en los que hay que poner demasiado dinero encima de la mesa. Unos planes tan complejos rara vez salen adelante y el dinero siempre falta.

En cualquier caso, Europa no sería nada sin estos planes que se tejen y destejen para demostrar que en las oficinas de Bruselas trabajan a destajo.

La OTAN viaja más allá del norte del Atlántico

En 2019 la OTAN reconoció oficialmente el espacio como parte de su perímetro de seguridad y acordó reforzar los medios de defensa de sus satélites y otras infraestructuras espaciales. Sin embargo, la Alianza dijo que aún no está considerando poner en órbita sistemas de armas, una postura marcadamente diferente a la de Estados Unidos, que se está preparando para librar una guerra en las galaxias y más allá.

Las divergencias entre la OTAN y su padrino afectaron a Canadá. Debido a la subordinación de Canadá con Estados Unidos, lo lógico era que adoptaran la misma línea que los estadounidenses.

Pero no ocurrió así. En 2017 el gobierno acanadiense estableció una política integral con respecto a las operaciones espaciales del ejército, destacando la necesidad de proteger los satélites.

También reconoció la necesidad de colaborar con los colegas del Grupo de los Cinco (Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda) para “fortalecer la disuasión”, mejorando la resiliencia de los sistemas espaciales de los que dependen los ejércitos del Grupo.

Al mismo tiempo, Canadá se rodeaba de los tópicos cracterísticos de estos casos: el gobierno apoya los esfuerzos diplomáticos internacionales “para garantizar que el espacio no se convierta en una zona de conflicto”, es decir, somos “pacifistas”: nos armamos para desarmarnos.

El espacio es un escenario de guerra

Otro tópico: Canadá no va poner en órbita satélites espaciales ofensivos, sino sólo defensivos. Por eso estos países hablan tanto de “escuds” y no de “espadas”. La OTAN dice exatamente lo mismo: no tenemos intención de colocar armas en órbita, dijo Stoltemberg. “Somos una alianza defensiva y nuestro enfoque seguirá siendo plenamente coherente con el derecho internacional”.

A la defensiva todos los jueva más fácil. Dicen que necesitan proteger los satélites de amenazas naturales (tormentas solares o desechos espaciales) y artificiales (ciberataques, interferencias de señales, láseres y misiles).

Según la Alianza, el reconocimiento del espacio por parte de la OTAN desde una perspectiva operativa, junto con las fuerzas aéreas, terrestres, marítimas e informáticas, refleja su creciente importancia para la paz, la seguridad y la prosperidad del planeta.

El espacio es muy importante para la navegación, las comunicaciones y muchas otras aplicaciones industriales.

Este tipo políticas se oponen a la del gobierno estadounidense, que no tiene pelos en la lengua: el espacio es un dominio de guerra, dice el Pentágono. “Estoy convencido de que en el futuro, si entramos en conflicto con un competidor cercano, tendremos que luchar por la superioridad del espacio“, afirmó el general John Raymond, jefe del Comando Espacial de Estados Unidos.

Raymond insistió en que Estados Unidos no quiere hacer la guerra en el espacio y que su enfoque se basa más en la disuasión que en la provocación. Es una distinción que no consuela. El mundo marcha hacia la militarización del espacio tanto o más que la militarización de la tierra.

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