Europa no acepta las cosas como son sino como les gustaría que fuesen

Europa ha recibido un cruel baño de realismo. No se lo esperaban. Siempre creyeron en la alianza transatlántica. Siempre creyeron que los estadounidenses eran fuertes y les sacarían las castañas del fuego. El paraguas del Viejo Continente estaba al otro lado del Atlántico y cuando los misiles llovieran, sería suficiente con abrirlo.

Durante décadas esas ilusiones fueron adobadas de entelequias, grandes frases y palabras sonoras: la democracia, la libertad, los derechos humanos, las elecciones, la paz mundial, la sostenibilidad…

Los políticos se encargaban de lo primero, mientras la verborrea era tarea de quienes viven de ello: académicos, universitarios, periodistas, analistas, escritores, doctrinarios…

Durante su campaña electoral Trump dijo que acabaría con la Guerra de Ucrania al día siguiente de su investidura y en Europa creyeron que era uno de los suyos, un demagogo que iba de farol y que solo trataba de recaudar votos.

Luego tuvieron ocasión de cerciorarse de que no era así, que detendría la guerra en Ucrania, que no desplegaría sus tropas en aquel país, que suspendería la “ayuda” y que el gobierno de Kiev debía hacer lo mismo que los demás europeos: aceptar las cosas como son y no como les gustaría.

Los fracasos tienen este tipo de secuelas. Ahora una rabia sin precedentes se ha apoderado de ciertos capitostes europeos, particularmente en Francia y Reino Unido. A través de los plumíferos más serviles han desatado la ira mediática contra Trump.

Los dirigente europeos nunca imaginaron este escenario y no están preparados para hacerle frente. Necesitan tiempo y seguir rumiando sus frustraciones.

Tras la reunión de Riad, Macron convocó dos reuniones de emergencia de seis países europeos y algunos dirigentes de Bruselas, como Von der Layen. Pero al terminar el sarao no hubo declaraciones oficiales porque la jaula de grillos no es capaz de ponerse de acuerdo.

El 18 de febrero se celebró otra reunión en Londres, presidida por el primer ministro Starmer, en la que ampliaron el círculo: 18 países europeos, además de Canadá y Turquía, y algunos dirigentes de la Unión Europea.

Como cabía esperar, la situación de malestar interno se reprodujo.

Francia y Reino Unido quieren continuar la Guerra de Guerra. Durante la última visita de Starmer a la Casa Blanca, Trump le preguntó con un aire irónico si Europa era capaz de librar una guerra contra Rusia sin ayuda estadounidense. Era pura retórica. Continuar la guerra en Ucrania sin las tropas estadounidenses es un suicidio. Lo que Francia y Reino Unido quieren es forzar a Estados Unidos a intervenir.

La retórica con la cual los cabecillas europeos justifican su política es pintoresca, como siempre: Europa se está defendiendo a sí misma en Ucrania. “Si no paramos ahora a Putin, deberemos hacerlo dentro de nuestros propìos países”.

Por lo tanto, la Guerra de Ucrania a quien interesa es a los países de Europa occidental. Entonces, ¿por qué exigir a Ucrania la devolución de las “ayudas”? Quien debería cobrar es Ucrania por los servicios prestados a Europa. Debería apoderarse de las minas que haya en los países occidentales para pagar una pensión a los huérfanos de los miles de soldados muertos en la guerra.

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