La Unión Europea tiene el mismo volumen de reservas de gas que el año pasado, pero tiene que reponerlas antes de que llegue el invierno, para evitar la escasez cuando se dispare la demanda. No obstante, en Bruselas tienen un problema importante: si comienzan ahora a comprar gas en los mercados mundiales pueden subir aún más el precio.
Como consecuencia de la trampa de las sanciones, Unión Europea se encuentra ahora en una carrera contrarreloj para diversificar sus suministros de gas para lograr pasar un invierno calentito porque las previsiones son esas exactamente: la guerra no se acabará entonces y, aunque se acabe, las sanciones seguirán.
Las reservas ajustan la oferta y la demanda. Son una red de seguridad estratégica supervisada por Bruselas, que ha ordenado que los depósitos se llenen al 90 por cien para noviembre. Antes de las sanciones el nivel era del 80 por cien. Se acumulan en verano, cuando la demanda es menor y los precios son más asequibles. Durante el invierno las reservas acumuladas cubren el 25 por cien de las necesidades.
En la actualidad, los niveles de almacenamiento se sitúan en torno al 54 por cien a nivel europeo. Esta cifra oculta, sin embargo, grandes disparidades, ya que en Portugal y Polonia, por ejemplo, es de casi el 98 por cien, frente al 23 por cien de Suecia.
En cualquier caso, los países europeos tienen que llenar los depósitos para el invierno y están comprando gas natural licuado a marchas forzadas. Estados Unidos ha puesto a disposición 15.000 millones de metros cúbicos, pero los problemas se acumulan. Es probable que las entregas procedentes de Estados Unidos se ralenticen tras una extraña explosión en la terminal estadounidense de Freeport LNG, una de las mayores del mundo, ya que se prevé que la planta permanezca cerrada durante tres semanas. La interrupción podría ser más larga, ya que el alcance de los daños aún está por determinar.
El gas licuado es caro y es muy probable que a los países europeos les sorprenda el invierno con las reservas bajo mínimos. Tendrán que seguir comprando gas a unos precios exorbitantes. Si las sanciones persisten, lo más probable es que Rusia no pueda suministrar gas en absoluto y no quedará más que imponer el racionamiento.
En Alemania el gobierno ya no oculta la necesidad de racionar el gas, incluso a las empresas. Hace unos días planteó medidas de ahorro si no lograban aumentar las reservas. Entonces el plan de emergencia entraría en una segunda fase, que permitiría a las empresas de servicios públicos repercutir los altos precios del gas a los clientes para reducir la demanda.
En tal caso, la inflación alcanzaría cotas insoportables, aunque no sería el mayor de los problemas porque hay muchos procesos industriales que no pueden funcionar sin gas. La maquinaria industrial dejaría de funcionar.
Los europeos deberían mirar hacia Pakistán, donde en algunas regiones los cortes de electricidad duran más de 12 horas. La mitad del día la población está a oscuras y las fábricas paradas.
El caso de Pakistán no tiene nada que ver con Rusia ni con la Guerra de Ucrania, sino con fenómenos de otro orden. Nos referimos al Golpe de Estado contra Imran Khan y a la especulación de las empresas comercializadoras. Desde octubre del año pasado hasta ahora Eni y Gunvor Group han roto los contratos que tenían firmados y han cancelado más de una docena de envíos de gas licuado a Pakistán.
El 1 de abril un buque cisterna fletado por BP que se dirigía a Asia desde Texas cambió de rumbo tras dos semanas en el mar. Pagó un millón de dólares por dar un repentino giro en medio del Océano Pacífico para vender el cargamento en Europa, donde los precios del gas licuado son mucho más elevados.