Estados Unidos habla con Pynongyang a través de Pekín, que es el primer escudo protector de Corea del norte porque los chinos saben que si Estados Unidos ataca, detrás de los coreanos van ellos. Cuando Nikki Haley, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, dice que el tiempo de diálogo con Pynongyang se ha acabado está amenazando a China y les dice que si ellos no son capaces de que Corea abandone el programa nuclear, lo harán ellos… a su manera, naturalmente.
Lo que Haley quiere decir es lo que dice: que el tiempo de la ONU, su tiempo, se ha acabado y con él se han ido las demás instituciones internacionales, incluidas las comerciales, porque las sanciones contra Corea del norte son una risa total, como bien saben en Washington.
Con lo que están amagando en la Casa Blanca es con sanciones a China, que es una parte de la campaña electoral de Trump. La reunión de abril con Xi Jinping en su casa de Florida fue un espejismo. Ahora encima de lo mesa lo que hay es lo prometido: tarifas aduaneras y cuotas comerciales, e incluso del cierre del mercado estadounidense, empezando por el acero, lo que daría puntilla a la Orgnización Mundial de Comercio.
China tiene un cinco por ciento de la gigantesca deuda de Estados Unidos, que podría vender. El comercio entre ambos países supera los 500.000 millones de dólares y una caída afectaría al mundo entero.
Las sanciones económicas se han convertido en uno de los capítulos más importantes de la política exterior de Estados Unidos y convienen recordar a qué países efecta: Cuba, Rusia, Irán, Corea del norte, Venezuela… hasta un total de 26 países incluidos directamente en el programa Ofac, más otros afectados indirectamente en plena “época neoliberal”.
Las sanciones económicas prueban al mundo entero, inluidos sus propios aliados y socios comerciales, que Estados Unidos no tiene nada que ofrecer. Las que se han impuesto a Rusia están afectando a Europa y nada ha sustituido tampoco al fin de la Asociación Trans-Pacífica en Asia.
Es muy posible que en un futuro inmediato Trump sustituya las sanciones económicas por aranceles, decretando el fin de la Organización Mundial de Comercio y de toda la economía mundial tal y como se ha ido configurando desde 1945, y no cabe olvidar que se hizo en interés de Estados Unidos, que es el mayor perdedor de este envite.