Haley posa junto a la bandera esclavista |
En la ONU, cuando se viola la integridad de una sede diplomática, cualquiera que sea, no hay debate posible y las resoluciones de condena son una rutina. Ahora ya no; hay excepciones que, por lo demás, suponen un apoyo a las acciones de los grupos yihadistas en Siria. Sigue habiendo terroristas y terroristas.
La embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, acaba de tomar posesión de su cargo, en sustitución de la infame Samantha Power. Pero su sustituta es exactamente igual de infame y la veda de caza sigue abierta: lo mismo que durante la Guerra de los Balcanes, las embajadas de Rusia (y China) en el mundo pueden ser objeto de bombardeos.
No obstante, la retórica del nuevo gobierno de la Casa Blanca no ha cambiado. El Vicepresidente Mike Pence sigue con el mantra de la campaña electoral: no admitiremos -ha afirmado- que los argumentos del pasado obstaculicen la cooperación de Estados Unidos con Rusia.
Si así fuera, Trump podría ordenar el levantamiento de las sanciones contra Rusia y no chantajear al Kremlin, como ha insinuado, con una reducción del armamento nuclear porque dichas sanciones no se impusieron por ese motivo, sino como consecuencia de la anexión de Crimea.
Trump podría poner en funcionamiento su ventana en Twitter para condenar la ruptura del alto el fuego por parte del gobierno de Ucrania en el Donbas.
También podría hacer algo tan apaciguador como sacar a sus tanques de los límites fronterizos de Rusia.
Pero hablemos un poco de la embajadora Nikki Haley: hasta llegar a la ONU, era la gobernadora del Estado de Carolina del sur. Es la primera descendiente de los pueblos amerindios originarios que alcanza esos cargos en Estados Unidos.
Su nombre completo es Nikki Randhawa Haley y, como buena sudista, en la foto la vemos junto a la bandera de los partidarios de la esclavitud en la guerra civil, que es la que siempre ha ondeado en los edificios oficiales de su Estado.
En este blog esperabais demasiado de Trump, y no es más que una herramienta del imperialismo como cualquier político burgués. El imperialismo nunca aceptará su putrefacción (nunca adeptará su derrota contra Rusia y China en este caso), morirá matando.