El gobierno de Biden está elaborando planes para ahogar los ingresos petroleros de Rusia con el objetivo a largo plazo de destruir el papel central del país en el mercado energético mundial, en una escalada que podría poner a Estados Unidos en conflicto con China, India, Turquía y otros países que compran petróleo ruso.
Las medidas propuestas incluyen la imposición de un tope de precios al petróleo ruso, respaldado por las denominadas “sanciones secundarias”, que castigarían a los compradores extranjeros que no cumplan con las normas de Estados Unidos, impidiéndoles hacer negocios con empresas estadounidenses y de países asociados.
Las sanciones económicas contra Rusia han fracasado estrepiosamente. Según un nuevo informe de la Agencia Internacional de la Energía las exportaciones rusas de petróleo aumentaron en abril, y el aumento de los precios significa que Rusia ha obtenido un 50 por cien más de ingresos este año que en el mismo periodo del pasado. Los miembros de la OTAN, India y Turquía, han aumentado sus compras. Corea del Sur compra menos, pero sigue siendo un cliente importante, al igual que China, que critica las sanciones estadounidenses.
A pesar de las sanciones económicas, Rusia cosecha casi 20.000 millones de dólares mensuales por la venta de petróleo. Se trata de privar a Moscú de ese dinero y, al mismo tiempo, garantizar que el suministro mundial de petróleo no caiga, lo que podría provocar un aumento de los precios que empeoraría la inflación en Estados Unidos y otros países. En vísperas de las elecciones estadounidenses, Biden ha declarado que la lucha contra la inflación es una prioridad absoluta.
De forma inmediata Estados Unidos no puede retirar grandes cantidades de petróleo ruso del mercado internacional. Lo que hace es presionar a los países para que se desprendan de estas importaciones en los próximos meses. La prohibición de Estados Unidos de vender tecnología crítica a Rusia pretende, en parte, paralizar a sus empresas petroleras durante muchos años. El mercado acabará ajustándose a medida que la industria rusa desaparezca.
La industria petrolera rusa ya está bajo presión. Estados Unidos prohibió las importaciones de petróleo ruso en marzo y la Unión Europea espera anunciar pronto una medida similar. Sus ministros de Asuntos Exteriores han debatido en Bruselas un posible embargo. El G7 acordó este mes eliminar gradualmente las importaciones de petróleo ruso, y sus ministros de Economía se reunirán esta semana en Bonn para discutir los detalles.
“No se va a acabar de la noche a la mañana, pero Europa está claramente en el buen camino para avanzar con decisión en esa dirección”, dijo ayer en Berlín el Secretario de Estado Antony J. Blinken al ser preguntado por las futuras sanciones energéticas en una conferencia de prensa de la OTAN.
El jueves la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dijo que había discutido con sus homólogos extranjeros las opciones para reducir los ingresos petroleros rusos sin llegar a un embargo europeo total. “El objetivo es mantener una cierta cantidad de petróleo ruso en el mercado para mantener los precios mundiales bajos y no tener efectos negativos indebidos en terceros países”, dijo Yellen a los periodistas.
Yellen mencionó los topes de precios, los aranceles y las “sanciones secundarias” como posibles formas de reducir los ingresos petroleros de Rusia sin que los precios mundiales se disparen.
Estados Unidos estudia qué más puede hacer a corto plazo para reducir los ingresos que Rusia obtiene de las ventas de petróleo, y asegurarse de que los países que no forman parte de la coalición de sanciones, como China e India, no socavan las sanciones simplemente comprando más petróleo. El gobierno de Biden estudia diferentes tipos de “sanciones secundarias” y aún no ha decidido una línea de acción. Estados Unidos ha impuesto “sanciones secundarias” para cortar las exportaciones de Irán.
Las grandes empresas extranjeras suelen cumplir la normativa estadounidense para evitar las sanciones si comercian con empresas estadounidenses o con países asociados. La consigna es “si haces negocios con Rusia, no puedes hacer negocios con Estados Unidos”.
Pero las sanciones tienen un historial de fracasos. En 2020 el gobierno de Trump impuso sanciones a empresas de China, Vietnam y Emiratos Árabes Unidos por su papel en la compra o transporte de petróleo iraní. Pero el aislamiento económico nunca ha logrado cambiar la política de los gobiernos, desde Irán hasta Corea del Norte, pasando por Cuba y Venezuela.
Una de las medidas que están estudiando en Washington obligaría a las empresas extranjeras a pagar por el petróleo ruso un precio inferior al del mercado o enfrentarse a sanciones. Washington fijaría un precio para el petróleo ruso muy por debajo del valor del mercado mundial, que actualmente está en 120 dólares por barril. El último presupuesto de Rusia fijó un precio de equilibrio para su petróleo por encima de los 40 dólares. Un tope de precios reduciría los beneficios de Rusia sin aumentar los costes energéticos mundiales.
El gobierno estadounidense también podría cortar la mayor parte del acceso ruso a los pagos del petróleo. Para ello, Washington promulgaría una normativa que exigiría a los bancos extranjeros que gestionan los pagos que coloquen el dinero en una cuenta de depósito en garantía si quieren evitar las sanciones. Rusia sólo podría acceder a ese dinero para comprar bienes esenciales, como alimentos y medicinas.
A medida que se pongan en marcha esos mecanismos, Estados Unidos presionará a los países para que reduzcan gradualmente sus compras de petróleo ruso, como han hecho con el petróleo iraní. No habría una prohibición del petróleo y el gas rusos en sí mismos porque subiría los precios de forma drástica y Rusia puede beneficiarse de esa subida.
Pero la aplicación de los pagos en custodia o los límites de precios a escala mundial podría resultar difícil. Con las nuevas medidas, Estados Unidos tendría que enfrentarse a países ajenos a la actual coalición de sanciones que, como India y China, quieren mantener buenas relaciones con Rusia.
Estados Unidos necesita orquestar una provocación de falsa bandera para pasar a las “sanciones secundarias”, como un ataque con armas químicas. También necesita que sus socios europeos y asiáticos acepten su política sancionadora, lo cual no es sencillo. En Bruselas creen que algunas medidas, como la limitación de precios o los aranceles al petróleo ruso, serían ineficaces o demasiado complicadas de aplicar.
En Bonn, Yellen reconoció que todas las propuestas tenían “dificultades prácticas” y que los países europeos aún no se habían puesto de acuerdo en una solución. “Creo que mucha gente, incluida yo, lo encuentra atractivo desde un punto de vista económico general, pero hacerlo operativo es un reto”, dijo Yellen.
Mientras tanto, en la Casa Blanca calculan los ingresos que dejaría de percibir Rusia si los principales compradores pagaran sólo una fracción del precio de mercado del petróleo. Si la Unión Europea decide imponer un tope de precios a sus compras en lugar de un embargo total, los compradores asiáticos y de Oriente Medio de petróleo ruso podrían pretender pagar el mismo precio reducido.
El gobierno de Biden tampoco descarta recurrir al expolio descarado de los activos del Banco Central ruso que fueron congelados en cuentas extranjeras al principio de la Guerra de Ucrania, así como los de los magnates rusos, y dárselos a Ucrania con el pretexto de “pagar la reconstrucción”.