Estados Unidos no quiere compromisos ni con sus mejores amigos

En una sola película “Tras las líneas enemigas” (Behind Enemy Lines), la maquinaria de propaganda imperialista más eficaz, Hollywood, mató varios pájaros de un tiro.

Trataba de la Guerra de los Balcanes, mostrando los crímenes de guerra de los serbios (los malos), con sus matanzas indiscriminadas y sus fosas comunes, mientras que los buenos entonces aún no se calificaban como yihadistas, sino de una manera apologética. La Wikipedia les llama “guerrilla musulmana”.

La Guerra de los Balcanes fue una agresión imperialista de la OTAN, que es lo que permite expresar el aspecto más relevante de la película: el enfrentamiento entre los militares estadounidenses (el almirante Gene Hackman) y los demás comparsas de la OTAN (el almirante Joaquim de Almeida), así como la insoportable situación de que en un operativo militar unos (los estadounidenses) tengan que subordinarse a los demás (los portugueses nada menos).

La película se estrenó en 2001, con la llegada de Bush a la Casa Blanca y muy poco antes de la fatídica voladura de las Torres Gemelas, cuando a la historia se le dio una vuelta de tuerca: convirtieron a los yihadistas en los malos de la película y empezó la “guerra contra el terrorismo”.

El nuevo jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, llevó al Pentágono la amarga experiencia de la Guerra de los Balcanes. Aquello nunca se debería volver a repetir. El tiburón Rumsfeld inició una “revolución” (RMA o “Revolution in Military Affairs”) que no es consecuencia sino causa del atentado contra las Torres Gemelas.

La RMA o Doctrina Rumsfeld se puede resumir en que en el futuro Estados Unidos quiere tener las manos completamente libres. Por ello renuncia a cualquier clase de compromisos, empezando por Rusia, como es lógico, acabando con todos y cada uno de los tratados de reducción de armas que había venido firmando desde los tiempos más remotos de la URSS y no van a firmar ningún otro que les ate las manos.

Por supuesto que tampoco admite ninguna clase de subordinación hacia la ONU, ni instituciones internacionales de ninguna clase.

El Pentágono ni siquiera quiere supeditarse a la OTAN, ni a sus aliados más incondicionales porque está dispuesto a a asumir la iniciativa, sin esperar el beneplácito de terceros. En el Trío de las Azores no había más que un único actor, Bush, mientras que los otros dos (Blair y Aznar) eran meros comparsas.

El ejemplo fue el ataque contra Afganistán en 2001. El Pentágono aceptó la intervención de una fuerza de la ONU, pero sus tropas se quedaron fuera y, desde luego, jamás admitieron instrucciones procedentes de ella.

Hay otros aspectos militares interesantes en la RMA, pero posiblemente el que muestra la película es el más significativo: Estados Unidos no quiere compromisos, ni siquiera con sus mejores amigos (si es que los tiene).

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