La semana pasada el Financial Times publicó un reportaje bajo el siguiente titular: “¿Se puede revertir el declive de la industria alemana?” Un artículo tan prometedor no tenía respuesta porque taampoco tenía causas. El declive alemán era una maldición caída del cielo… o quizá desde Rusia.
Además, es una situación temporal: se detendría pronto. La superación va a proceder de una campaña de inversiones procedente de deuda. Este año el impacto de la guerra comercial ha alcanzado su punto máximo y en 2026 habrá un crecimiento del 1,4 por cien, tras un modesto avance del 0,3 por cien este año.
Atribuir la recesión económica de Alemania a la guerra comercial situaría dicha recesión en 2025, lo cual es absurdo. Sin embargo, el artículo también menciona, incidentalmente, un dato fundamental para invalidar su propio argumento: “El número de desempleados en Alemania ha aumentado en 37 de los 44 meses transcurridos desde febrero de 2022, alcanzando ……………………….casi los 3 millones, su nivel más alto en 14 años”.
Empezar a contar desde 2022 tiene su truco y lleva agua al molino de Rusia y la guerra, olvidando las sanciones (las directas y las indirectas). En febrero de 2022 Biden impone sanciones directas contra Rusia e indirectas contra Alemania, que importa grandes cantidades de mercancías (en particular, combustible) procedentes de Rusia.
Las sanciones indirectas contra países como Alemania han sido más importantes que las impuestas a Rusia directamente. Los países importadores se han visto gravemente perjudicados porque el combustible representa un gasto crítico no solo para los consumidores, sino especialmente para las industrias, que necesitan grandes cantidades de energía barata para ser competitivas en los mercados internacionales.
A diferencia de Europa, Estados Unidos puede garantizar su propio suministro energético que, ademáas, es más barato. Como consecuebcia de ello, las empresas europeas se trasladan a Estados Unidos. Biden instigó esta fuga europea de capitales.
Antes de la Guerra de Ucrania, el 5 de julio de 2019, una entrada de blog del CSIS (centro de estudios del Pentágono), titulaba con otra pregunta: “¿Cuánto cuesta el GNL [gas natural licuado] estadounidense en Europa?”, seguida por otra: “¿Puede el GNL [gas natural licuado] estadounidense competir con el gas ruso en Europa?”
Eran otras dos preguntas interesantes que también quedaban sin respuesta. La respuesta llegó el 25 de marzo de 2021, cuando en estudio alemán concluyó que Rusia era más competitiva que Estados Unidos, incluso en lo que respecta al suministro de gas licuado a Europa: “Las exportaciones de GNL de Qatar y Rusia son relativamente competitivas en Europa Occidental”, e incluso en las mejores condiciones, el gas licuado estadounidense “solo sustituye pequeños volúmenes de otros proveedores de GNL [gas natural licuado] en Europa Occidental”.
Las empresas alemanas pagan cuatro veces más por el gas que sus competidores estadounidenses. NordStream era barato y fiable en comparación con el gas licuado occidental.
Alemania va a entregar 12.000 millones de euros a Ucrania el año que viene. Quizá es porque a Berlín le sobra el dinero, o porque no tienen otra obsesión que tirarlo por la alcantarilla ucraniana.
Has el más inepto se da cuenta de que Alemania sólo tiene un interés: el fin de la guerra en Ucrania, la firma de un tratado de paz y un comercio mutuamente beneficioso con Rusia.