Epicuro y Marx

Hernán Ortiz Rivas

Para los que ignoren la vida y la obra de Epicuro y la de Marx, puede resultar extraño relacionarlas; por el contrario, si son conocidas de inmediato se recuerda que el segundo dedicó su tesis de grado al primero, en compañía de Demócrito, sobre la diferencia en la filosofía de la naturaleza existente entre ellos, tesis que ya revela el gran talento de Marx, lo mismo que su infatigable trabajo como investigador, virtudes que lo acompañaron toda su vida. La elección del tema de la tesis buscaba como objetivo trazar un paralelo, entre la filosofía posthegeliana y el helenismo al que pertenecía Epicuro.

El joven graduando reconocía que Demócrito era un científico muy notable con su teoría atómica, basada en el materialismo determinista y la ley de la casualidad. Epicuro, después de un siglo, continuó la senda del atomismo materialista, sin ser un imitador superficial, porque dio cabida en su sistema al mundo animado y al inanimado, a la sociedad y a la naturaleza, a los fenómenos del mundo exterior y a las necesidades de la conciencia moral. Como físico, Demócrito es superior a Epicuro: pero, éste lo supera en el estudio de la sociedad civil y política, el derecho y la moral.

Epicuro tuvo mayor profundidad que Demócrito, porque su materialismo no se detuvo en la teoría atómica, fue más lejos al aplicarla a la sociedad, la conciencia ética de los humanos, las instituciones jurídico-políticas e ideológicas. Marx dijo posteriormente que Epicuro era “la auténtica cabeza radicalmente ilustrada de la Antigüedad” (Ideología Alemana).

En la historia de Grecia clásica, el periodo helenístico tiene mucha importancia, como conquista del mundo oriental, periodo al cual pertenecía Epicuro, calificado por Quevedo como “el filósofo más sobrio y más severo”, apreciación cercana a la de Marx, antes vista.

Para estudiar a Epicuro, la obra insustituible es la de Diógenes Laercio, consagrada a los filósofos más ilustres de la Antigüedad (Libro X), allí se dice que Epicuro nació en Samos, colonia de Atenas, donde vivió muchos años, fundó una escuela de filosofía, conocida como El Jardín, que dirigió por más de treinta años, dedicados a la enseñanza y a la producción de libros. Labor que practicó con abundancia, libros lamentablemente extraviados, de los cuales, Diógenes Laercio, rescató varios fragmentos y unas cartas, todo reproducido en una obra de nuestra autoría de próxima publicación.

Epicuro asignaba a la filosofía una misión clave: la salud del espíritu, la alegría de la mente, la felicidad en la vida, filosofía que abarcaba una canónica, una física y una ética, vale decir, la naturaleza, la sociedad y el ser humano. La canónica (“vara recta”) sustituye la lógica aristotélica; comprende una teoría del conocimiento o gnoseología, en términos actuales, comienza con las sensaciones que llegan al sujeto cognoscente como “efluvios”, que van ascendiendo hasta las afectaciones, donde están el placer, el dolor, la razón, el pensamiento.

La física está dominada por los átomos eternos, increados, eternos, infinitos, en pleno movimiento, se encuentran en la naturaleza, la sociedad, el ser humano, en su cuerpo y en su alma; en pocas palabras la totalidad del cosmos se integra de átomos y vacío, cuyos choques generan torbellinos, que generan los mundos infinitos.

Se trata, pues, de una posición completamente materialista, una de las más brillantes en esta dirección que registra la Antigüedad. La ética se relaciona con la búsqueda de la felicidad, la amistad, la fraternidad, la distancia de los dioses, el alejamiento del temor a la muerte, los placeres de todo orden, la convivencia humana, sin distinción de niños, jóvenes, viejos, libres, esclavos, todos dedicados a una vida frugal sin angustias. Como puede advertirse la comunidad epicúrea del Jardín predica y practica, la libertad, la igualdad, de todas las personas que la integran.

En esta síntesis muy apretada de la filosofía epicúrea, nos interesa destacar para concluir, que los placeres son el núcleo central, porque constituyen el principio y fin de la vida feliz, los placeres gobiernan tanto el alma como el cuerpo, el espíritu como la carne, la sensualidad y el intelecto, sin estar separados, porque se componen de átomos. La tesis de Epicuro sobre los placeres se ha deformado, tanto que existen afrodisiacos llamados Epicuro, tabernas y sitios del amor con ese nombre.

Nada tan alejado de la filosofía epicúrea, como esas deformaciones, repetimos, que exalta la sexualidad, pero al mismo tiempo, eleva todos los factores de la espiritualidad, que los considera de mayor importancia.

Fuente: http://www.semanariovoz.com/2016/06/03/epicuro-y-marx/

comentario

  1. La teoría moderna sobre pensamiento racional, coincide con Epicuro.
    La forma innata del ser humano es percibir y actuar de inmediato.
    El pensamiento racional es una actividad deliberada (no innata) que se realiza entre la percepción y la acción, cuando hay tiempo para ello. Se realiza para lograr una mejor decisión.
    Sin embargo, en último término, el pensamiento racional está al servicio de las emociones: La mejor decisión y acciones consiguientes pretenden una mayor satisfacción (o una mejor incomodidad)

    No conozco a Epicuro en detalle, pero si nos atenemos a la argumentación del artículo, es totalmente cierto que el pensamiento racional está al sevicio, en palabras de Epicuro, lograr una vida feliz, placeres.

    Según la idea peyorativa vulgar, se entiende que Epicuro abordó extensamente los placeres a los cuales, en último término, está al servicio el pensamiento racional.
    La teoría del pensamiento racional contemporánea, en cambio, fuera de mencionar que ese es su fin último, se dedica a explicar en detalle las actividades del pensamiento racional, todas las actividades que se realizan entre la percepción y la acción, en los variados ámbitos de la vida humana.

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