En pie de negro

Rebeca Quintáns

Ayer por la tarde (jueves 10 de mayo) la policía detuvo a cuatro personas a las que acusa de desórdenes públicos, daños y atentado contra agentes de la autoridad por los altercados que tuvieron lugar en el barrio de Lavapiés de Madrid tras la muerte de Mame Mbaye. Además, otras dos personas han recibido notificaciones para declarar en los Juzgados de plaza de Castilla en los próximos días.

“La Ley de Extranjería mata”. Este es el lema de la nueva campaña que va a poner en marcha el Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid (SMLM), con el acompañamiento de otras asociaciones y organizaciones políticas. Pero si a las autoridades no les sirve esta ley, tienen otras: la Ley Mordaza, que previsiblemente les aplicarán a estos nuevos detenidos; o el Código Penal, por el que el 4 de mayo tuvo que declarar Malick Gueye, portavoz del sindicato, acusado de injurias y calumnias contra la policía. El caso es fastidiar, molestar, acosar, perseguir, hostigar, fatigar… hasta la muerte. Incluso les han prohibido que toquen los bongós en la calle. Si pudieran, les prohibirían hasta estar parados al fresco.

Lo cierto es que los inmigrantes de Lavapiés (senegaleses, bangladesís o de donde quiera que vengan) están aquí para trabajar y ganarse la vida. Nada más y nada menos. Una parte de ellos lo consiguió durante el boom del ladrillo o en pequeñas empresas de restauración; pero el racismo institucional condena al resto a la manta, a la explotación, a la invisibilización. España no ha resuelto ninguna solicitud de nacionalidad en los últimos dos años.

La muerte de uno de los militantes del SMLM, Mame Mbaye, el pasado 15 de marzo, fue la chispa que prendió en una tensión social contenida desde hacía tiempo. Mame llevaba en España 13 años y seguía a la espera de que le permitieran arreglar los papeles para poder  tener un trabajo normal. Mientras tanto, tocaba cargar con su manta de perfumes y correr cada tanto delante de la policía municipal que, a falta de algo mejor que hacer (debe de ser), se prodiga en perseguir manteros en plan cowboy a lomos de sus motos por el centro de Madrid. Los que vivimos Lavapiés somos testigos cotidianos del acoso policial al que la comunidad negra es sometida, con identificaciones y violentos cacheos en plena calle cuando les viene en gana. Lo vemos todos los días, y por eso también los blancos nos sumamos a las movilizaciones de protesta por Mbaye. Aunque fueron ellos los que llevaron el protagonismo en todo momento, no hay que olvidar que aquella noche de muertos y porrazos, en la que ardieron contenedores y alguna entidad bancaria fue apedreada con ganas, los 6 únicos detenidos eran blancos (dos chicas y cuatro chicos). De los jóvenes antiracistas, antifascistas, antipatriarcado, antirpresivos y anticapitalistas que pueblan Lavapiés y lo pintan de colores en mareas blancas, verdes, amarillas o moradas, sumándose ahora con fuerza a la marea negra liderada por los de Senegal (y más minoritariamente de Mali, Sierra Leona, Cabo Verde…).

Y es que, si algo tiene Lavapiés, es eso: que, resistiendo como puede a los embates de la gentrificación, recoge lo mejor de la calle, las mejores intenciones, como un Laboratorio de movimientos y convivencias sociales. En un espacio tan pequeño y con tanta mezcla, desde los jubilados más castizos a los lateros de bengala, paseantes todos por el mercado de las flores, el de la maría o el renovado San Fernando, lo más sorprendente es la práctica ausencia de conflictividad social… salvo contra la policía.

El Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid se reúne semanalmente en su local de Lavapiés, y está liderando campañas contra la ley de extranjería y la represión policial a las que estamos llamadas todas. Este año han acudido por primera vez a las movilizaciones del 1 de mayo (en la mani alternativa, claro, no en la oficialista de CC.OO./U.G.T.), con una participación muy activa y emocionante. Y el 23 de mayo, por fin, Manuela Carmena tendrá a bien recibirlos y esperemos que escucharlos. Atentas a la agenda, en pie de negro.

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