Alrededor de las 10.00 de la mañana un funcionario judicial escoltado por la policía se presentó en un edificio ubicado cerca de los jardines Tilson, en Brixton, para ejecutar el desahucio de su morador. Se encontraron con que el hombre se había atrincherado en ella, por lo que volvieron a salir a la calle.
Entonces la policía pidió refuerzos y se pusieron a asediar la casa al más puro estilo medieval. También llamaron a un “negociador” de la policía para mantener entretenido al inquilino mientras preparaban la trampa minuciosamente.
El asedio policial duró unas siete horas simulando una “negociación”, hasta que le tuvieron a tiro y le dispararon cobardemente en la misma puerta de su casa.
Le dejaron gravemente herido y le trasladaron a un hospital cercano, donde murió. La policía británica ha tratado de justificarse diciendo que el desahuciado salió de la vivienda portando un arma. Desde luego que -si es cierto- no le dejaron la más mínima oportunidad de hacer uso de la misma.
Las agencias de noticias ni siquiera dan el nombre del vecino asesinado. ¿Tenía familia?, ¿era anciano?, ¿estaba en el paro? Los asesinatos parecen otra cosa cuando el muerto es alguien anónimo.