La acumulación de capital ha llegado a adquirir tal magnitud que las multinacionales tienen un peso mayor en el mundo que la inmensa mayoría de los países. En algunos casos no es necesario referirse siquiera a las empresas sino a sus dueños, que se mueven por el mundo como los grandes jefes de Estado. Son los príncipes modernos de las finanzas y ostentan nombres conocidos, como Rockefeller, Rosthschild, Soros, Bill Gates, Zuckerberg…
Cada paso que dan pone al mundo con la mosca detrás de la oreja. Jeff Bezos, el cacique de Amazon, se ha apoderado del Washington Post, Soros y Bill Gates financia a cadenas de periódicos en todo el mundo y Elon Musk quiere hincarle el diente a Twitter. Ha comprado un 9 por ciento del capital, se ha convertido en su principal accionista y ahora ha lanzado un órdago por la totalidad. Ofrece 43.000 millones de dólares, lo cual supone pagar un precio un 38 por ciento más caro de la cotización de mercado.
Musk es un magnate singular en una multinacional también singular. Es propietario de Tesla, la empresa fabricante de vehículos eléctricos, y Starlink, la que proporciona conexión a internet por vía satélite. En Wall Street cuando un accionista supera el umbral del 5 por cien del capital, tiene que presentarse ante la SEC, el regular del mercado, para aclarar si es pasivo, es decir, si ha comprado sólo para cobrar dividendos, o si es activo y quiere participar en la dirección política de la empresa. Musk dijo que era pasivo, pero es mentira.
Su plan es sacar a Twitter de la bolsa y los gestores de la red social se oponen. Otros accionistas, como el príncipe saudí Al-Walid ben Talal también están en contra. El capital de la empresa está muy repartido y los accionistas no saben su precio real porque nunca ha sido rentable y el número de usuarios crece muy despacio. Ahora bien, si la empresa no reparte beneficios y crece despacio, ¿a qué viene ese interés de Musk por adueñarse de ella?
Evidentemente, a Musk le interesa apoderarse de Twitter por motivos políticos, porque hoy el control de los flujos de información se lleva a cabo a través de las redes sociales. Un canal de información, como Twitter, no sólo suministra información a unos lectores pasivos, sino que transforma en activos a los lectores, que reproducen y amplifican determinadas informaciones, en detrimento de otras.
Los buscadores y las redes sociales condicionan las elecciones y, por ello, ponen y quitan a los cargos públicos, sometidos cada minuto a la presión de los “trending topic”. Da lo mismo que la información sea cierta, o falsa, o dudosa. Lo importante es que es ella, y no la realidad, la que condiciona las decisiones que se aprueban en toda clase de instituciones políticas.