Trump es el centro de una nueva controversia, acusado de animar a su homólogo ucraniano Volodymyr Zelensky a investigar al hijo de Joe Biden, el favorito demócrata para las elecciones presidenciales estadounidenses.
Estas acusaciones son el resultado de las revelaciones de un confidente de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. En otras palabras: la carrera electoral para las presidenciales ya ha comenzado y no es más que “guerra sucia”.
Hunter Biden, el segundo hijo del antiguo senador, trabajó para un grupo ucraniano de gas desde 2014, cuando su padre era vicepresidente de Obama. La empresa fue investigada por un fiscal ucraniano al que Washington quería destituir.
El viernes Biden exigió que Trump publicara una transcripción de la llamada, pero dijo que “nunca había hablado con su hijo sobre sus actividades profesionales en el extranjero”. Ayer la “guerra sucia” subió de tono.
Más o menos lo que quieren decir en Washington es que no es Estados Unidos quien mete sus zarpas por todo el mundo, sino al contrario: es todo el mundo quien interfiere en las elecciones presdenciales de Estados Unidos, que son sagradas.
“Si ha habido interferencia electoral por parte del vicepresidente, creo que el pueblo estadounidense tiene derecho a saberlo”, dijo el secretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo en CBS.
“Sabemos que hubo interferencia en las elecciones de 2016, y si algo está sucediendo con el presidente o su familia que causó un conflicto de intereses y el vicepresidente Biden se comportó de una manera que es incompatible con la forma en que los líderes deben operar, creo que el pueblo estadounidense merece saberlo”.
Trump ha hecho numerosas declaraciones contradictorias sobre sus conversaciones telefónicas, defendiendo su derecho a mantenerlas confidenciales, al tiempo que sugiere que se publique su llamada a Zelensky.
“Cuando el presidente habla con el dirigente de otro país, debe poder hablar con esa gente, y esa gente no quiere saber que está registrada”, defendió el inquilino de la Casa Blanca frente a los periodistas.
“No se le puede hacer eso a un presidente y a otros países, pero dicho esto, tuvimos una conversación muy buena, una conversación muy franca, muy honesta. Espero que puedan sacarlo”, añadió.
Este caso ha causado vergüenza entre la mayoría. “Si el Presidente hubiera pedido o presionado al Presidente ucraniano para que investigara a su rival político, ya sea directamente o a través de su abogado, sería extremadamente preocupante. Es esencial que los hechos se hagan públicos”, escribió la senadora republicana Mitt Romney en su cuenta de Twitter.
También relanzó los llamamientos para que se destituya al presidente estadounidense, hechos por representantes electos de la banda demócrata. “Es hora de que denunciemos el comportamiento ilegal de Donald Trump e iniciemos los procedimientos de deportación, ahora”, dijo la candidata de la Casa Blanca Elizabeth Warren.
“En esta etapa, el mayor escándalo nacional no es el comportamiento del presidente que viola la ley, sino la negativa del Partido Demócrata a destituirlo por ello”, dijo también la diputada más joven de la Cámara, Alexandria Ocasio-Cortez, convertida en “la niña del exorcista” de la política estadounidense.
“Si el ejecutivo persiste en impedir que el denunciante hable ante el Congreso… entrará en un peligroso nuevo período de anarquía que nos llevará a una nueva etapa en la investigación”, advirtió Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara Baja.