El vuelo corto de una de las muchas mentiras sobre la Guerra de Siria

El 11 de setiembre del año pasado Estados Unidos y Rusia firmaron un acuerdo de alto el fuego para Siria cuya aplicación exigía una duración mínima de siete días.

El Secretario de Defensa, Ashton Carter, había manifestado públicamente que se oponía a cualquier clase de cooperación con Rusia y, en concreto, a un alto el fuego de común acuerdo.

Seis días después de la firma del acuerdo, el 17 de setiembre, varios países de la “coalición internacional” bombardean las posiciones del ejército sirio en Deir Ezzor durante una hora, matando al menos a 80 soldados.

El ejército ruso detectó el ataque por anticipado y un oficial trató de avisar a la aviación de Estados Unidos de que se disponían a bombardear las posiciones del ejército sirio. Antes de atenderle le tuvieron 27 minutos con la llamada en espera. Luego los portavoces de dicha “coalición” dijeron que había sido “un error”.

Dos días después, un convoy de la ONU que llevaba ayuda humanitaria a los yihadistas atrapados en Alepo también fue atacado en el preciso momento en el que Al-Qaeda iniciaba una ofensiva para romper las líneas del ejército sirio.

Las informaciones que difundió la prensa intoxicadora, basadas en testimonios de los Cascos Blancos, hablaron a de un “bombardeo”. En el Parlamento británico Andrew Mitchell equiparó el ataque al convoy de la ONU en Alepo con el bombardeo de Gernika por los nazis en 1937.

Pero sobre el terreno no había nada que así lo indicara. Los autores de los bombardeos eran aviones rusos. Los titulares hablaron de crímenes de guerra y del intento de acabar con el alto el fuego. En la Cámara de los Comunes varios diputados propusieron que gobierno británico interpusiera una querella contra Rusia ante el Tribunal Penal Internacional, como ya ha hecho Francia.

Como es natural, la intoxicación mediática “se olvidó” de otro bombardeo real, el que había ocurrido en Deir Ezzor, al que nadie consideró nunca como un crimen de guerra sino como una parte de la guerra misma.

Transcurrieron otros dos días más hasta que el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, tuvo un informe oficial encima de su mesa, al que no se le dio ninguna difusión porque sus conclusiones desmentían que hubiera habido ningún bombardeo, ni que los autores del ataque fueran rusos.

El informe de la ONU considera demostrado que al ataque se produjo en Urem Al-Kubra, una zona controlada por los yihadistas, el más importante de los cuales era Jaish Al-Mujahidin, aunque también estaban presentes milicianos de Nureddin Al-Zenki, los que habían degollado a un niño palestino de 12 años poco antes.

Además, las conclusiones aseguran que la información de los Cascos Blancos era falsa porque no se había destruido ninguna clínica. Nunca existió tal clínica. No obstante, a lo largo de toda la guerra los hospitales y las clínicas han sido utilizados por los yihadistas como puestos militares, por lo que el informe oficial valora la hipótesis de que hubiera podido producirse algún ataque de la aviación, aunque se refiere a la siria, no a la rusa.

El texto muestra que la ONU estaba actuando bajo una insorportable presión diplomática, por lo que sólo analiza un determinado tipo de posibilidades, las que conciernen a las fuerzas gubernamentales y sus aliados, nunca otras distintas.

Por ejemplo, analizan los rumores de un posible ataque procedente de tres helicópteros sirios MI-17, afirmando que no hay “ningún elemento de prueba que justifique esa afirmación”.

Ante otro rumor, que había sido un ataque conjunto de la aviación siria con el apoyo de la rusa, el informe concluye que las aeronaves rusas jamás actúan en coordinación con ningun otra fuerza aérea, ni siquiera la siria.

En su punto 42 el informe alude a la posibilidad de que se hubiera producido un crimen de guerra, y afirma: “La comisión declara que no hay ninguna prueba de que el incidente fuera un ataque deliberado contra un objetivo humanitario”.

No había nada de lo contaron los medios. Absolutamente nada. Pero si alguien cree que van a rectificar, se equivoca. Los que cuentan mentiras son los demás, los conspiranoicos y los putinistas.

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