Jeremy Corbyn |
La cabeza visible de este viraje no es un joven recién salido de una facultad universitaria, al estilo Pablo Iglesias, sino un diputado veterano de pelo canoso y 66 años de edad, Jeremy Corbyn, curtido en mil batallas institucionales. Desde hace 32 años no conoce otra actividad que la propia de un parlamentario, o sea, ninguna.
Está a la cabeza de los sondeos y puede suceder en Ed Miliband al frente del Partido Laborista con un programa digno de los mejores tiempos del reformismo: nacionalización del gas, de los ferrocarriles, de la electricidad, fin de la austeridad y los recortes, fin del alineamiento incondicional con Estados Unidos, eliminación de las armas nucleares…
La demagogia llena los auditorios para escuchar a alguien del que hace pocos días nadie sabía nada, ni siquiera en Gran Bretaña. En España sabemos un poco de esas fulgurantes carreras políticas de sujetos desconocidos a quienes, de repente, los medios ponen en un primer plano que nunca tuvieron. Corbyn es eso que ahora llaman tendencia. La prensa habla de “corbynmanía” como si fuera una música de moda, un éxito de ventas o un vídeo viral. No se sabe de dónde viene ni a dónde va.
Los afiliados del Partido Laborista empezaron a votar el 14 de agosto para las primarias y los resultados se anunciarán el próximo sábado día 12 de este mes. A los 400.000 afiliados al laborismo se han unido rápidamente otros 200.000 afiliados más con ganas de votar en lo que parece un pucherazo más que evidente, pero de eso la prensa británica no dice nada.
El Partido Laborista nunca ha conocido algo tan radical como Corbyn y, como ya hemos visto en España, ha sufrido ataques furibundos de camaradas tan apestosos como el canalla de Tony Blair, pero esos ataques son el mejor elogio que le podían lanzar a Corbyn. Es más, la carrera política se conquista más bien con ataques así que con elogios de los amiguetes.
El antiguo Primer Ministro Tony Blair es un laborista de la factura de Felipe González, alguien absolutamente desacreditado tras las mentiras de la guerra de Irak que, sin embargo, se convierte en una marioneta imprescindible para determinadas operaciones políticas de envergadura. Si a González le sacan de sus cloacas para la campaña contra Catalunya, Blair es el contrapunto imprescindible para Corbyn. A su lado cualquier candidato resulta una magnífica elección.
Un buen candidato, pues, no sólo necesita de apoyos sino de agresiones feroces que incrementen el tamaño aparente de alguien, como Corbyn o Pablo Iglesias, que no son nada y nunca serán otra cosa más que nada. El diario “The Guardian” se ha prestado a ser el portavoz de esos ataques contra Corbyn y ha tomado partido por otra candidata: Yvette Cooper, de 46 años de edad, que formó parte del equipo de brega de Gordon Brown.
Para arrastrar a los afiliados a votar en unas primarias intrascendentes, es necesario tensar la cuerda. Por eso los viejos dinosaurios del laborismo han amenazado con abandonos y escisiones si Corbuyn sale elegido. A eso, a las amenazas y chantajes, la burguesía le llama luego elecciones “libres”.