El último caza ruso MiG-41 conmociona a la OTAN

La Guerra Fría se construyó sobre varias creencias mitológicas y una de las más importantes fue la superioridad indiscutible del armamento estadounidense, que garantizaba un paraguas a la OTAN y, en suma, la paz mundial.

Los países occidentales eran superiores en todo a los demás, pero especialmente en tecnología militar. Por el contrario, los soviéticos y luego los rusos, tenían unos equipos atrasados y anticuados, auténtica chatarra.

La Guerra de Ucrania ha demostrado que ese postulado era falso. “Mucho más de lo que esperábamos”, titula The Guardian. “La producción armamentística rusa preocupa a los estrategas militares europeos. Moscú ha aumentado enormemente su industria, lo que le ha dado ventajas en Ucrania y ha propiciado una redistribución de la riqueza” (1).

Los rusos van por delante y el caza MiG-41 es buena prueba de ello, como han tenido que reconocer, una vez más, las propias publicaciones estadounidenses.

El caza MiG-41 suena a ciencia ficción, con prestaciones que se extienden al espacio inferior, velocidades superiores a Mach 4, láseres antimisiles y armas dirigidas EMP o “pulso electromagnético dirigido” (2).

Es un caza de sexta generación que supera los límites de la ingeniería aeronáutica. El MiG-41 puede volar a altitudes que ningún otro avión de combate puede alcanzar, no sólo a los puntos más altos de la atmósfera, sino también al espacio inferior, si es necesario. Se trata de altitudes inaccesibles para cualquier otro avión militar.

El arma EMP que podrá utilizar contra cazas enemigos en los combates aéreos no es cinética y apunta a los componentes electrónicos de los aviones adversarias, inutilizándolas y convirtiendo al avión enemigo en un ladrillo.

Desde 1947 la base industrial de la defensa soviética, que se ha transmitido a Rusia, se apoya es una tecnología innovadora, diseñada por lo que antes era una simple oficina pública, llamada SB-1 en clave, y ahora un gigantesco holding empresarial Almaz-Antey.

Es Estados Unidos quien aparece como una fuerza decadente, con una capacidad industrial reducida y decrépita. “La industrialización en la que se basan las sociedades modernas para producir sistemas de armas sofisticados fue destruida por políticos miopes y corporativistas codiciosos en tiempos de paz”, asegura el Washington Times (3).

Lo que se está poniendo de manifiesto ahora es que no se trata sólo de una superioridad militar, sino científica, técnica e industrial, por encima de todo.

(1) https://www.theguardian.com/world/2024/feb/15/rate-of-russian-military-production-worries-european-war-planners
(2) https://www.eurasiantimes.com/russia-pushes-aviation-boundaries-with-mig/
(3) https://www.washingtontimes.com/news/2022/may/3/has-america-almost-depleted-its-supply-of-essentia/

comentario

  1. Más allá de las posibilidades tecnológicas que puede tener la industria armamentista de Estados Unidos está la gran corrupción que impone una burocracia costosa en comisiones lobistas, lenta en desarrollo y puesta a punto de prototipos y falsa a la hora de mostrar los resultados verdaderos de las pruebas de campo, El complejo de superioridad con las que occidente suele calibrar a sus potenciales competidores y el exceso de confianza que les genera su propio marketing es otro factor que influye en el resultado mediocre del armamento occidental, por último está la actitud que occidente ha asumido frente a eventuales competidores económicos, inclinarse a favor del monopolio en detrimento de una competencia sana que exija a sus productores mayor eficiencia en costes y calidad de producción ha dado como resultado la dificultad del armamento occidental de superar al ruso tal como su secede en sus películas de Hollywood.

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