El Convenio Europeo de Derechos Humanos sigue el ritual característico de las declaraciones solemnes: las personas tienen derecho a la vida, a la propiedad, a un juicio justo, al respeto de la vida privada y familiar y del domicilio, a la prohibición de la discriminación y los tratos inhumanos o degradantes…
Quien examina la vigencia de esos derechos tan solemnes es el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), también conocido como Tribunal de Estrasburgo, al que se dirigieron algunos residentes del Donbas, reclamando por los bombardeos de Ucrania contra la población civil.
Es el caso llamado Ryashentseva y otros, cuyas viviendas resultaron dañadas o destruidas como consecuencia de los bombardeos ucranianos entre 2015 y 2020. En uno de los casos, un demandante denunció que su hija había resultado herida durante dichos bombardeos.
El Tribunal se burla de los vecinos del Donbas y no entra a examinar el fondo del asunto por no haberse agotado los recursos internos. Los demandantes debieron reclamar previamente a los mismos ucranianos que les estaban bombardeando.
Dice el Tribunal que Ucrania creó procedimientos específicos para los casos relacionados con la guerra del Donbas, que reubicó los tribunales, que admitió los procedimientos en rebeldía y el envío de citaciones y asistencia jurídica gratuita.
Para demostrar que los recursos eran accesibles desde el Donbas, el Tribunal se basa en la ONU y el Tribunal Penal Internacional, según los cuales Ucrania había iniciado investigaciones penales sobre violaciones de derechos humanos en la zona de guerra, incluso contra su propio personal militar.
Naturalmente, era un paripé. Jamás prosperó ninguna reclamación por los crímenes cometidos por el ejército ucraniano en el Donbas. Pero el Tribunal dice que la ausencia de condenas no invalida por sí sola los procedimientos establecidos, porque la obligación de Ucrania era “poner los medios, no garantizar el resultado”.
Es el colmo de la imbecilidad. Durante la guerra desatada en 2014, la población del Donbas fue acusada de “terrorismo” y a ningún “terrorista” se le ocurre ir a los juzgados para buscar un abogado, interponer una demanda y empezar a litigar… en plena guerra. No era tan complicado. Los demandantes sólo tenían que cruzar la línea del frente para acudir al juzgado y luego volver a la casa que les habían destruido.
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