El sionismo es el imperialismo mismo

Palestina siempre fue una colonia. En su época más reciente perteneció al Imperio Otomano y tras la Primera Guerra Mundial, al británico. Los que ahora son turistas antes eran colonos que pugnaban por expulsar a la población originaria de su hogar, que no son otros que los palestinos.

Las religiones monoteístas consideran que su origen está allí y que se trata, por tanto, de una “tierra sagrada”. Como consecuencia de ello, muchos de los colonos que viajaban para instalarse en Palestina eran fanáticos religiosos de todos los colores, como los cruzados.

En 1854 una de aquellas sectas de furibundos protestantes, “Dickson”, fundó la “Colonia de la Misión Americana” en Haifa, pero se encontraron con la resistencia de los indígenas, o sea, los palestinos, que atacaron su asentamiento en 1858 y mataron a varios de los colonos.

Estados Unidos envió entonces una fragata de vapor con bandera estadounidense, la USS Wabash, a la costa de Palestina para exigir que los otomanos persiguieran a los asesinos.

Dos décadas más tarde, durante la guerra ruso-otomana de 1877, Alemania envió buques de guerra a las costas de Palestina para hacer lo mismo: defender a los colonos protestantes, conocidos como los “Templarios”, en caso de que fueran atacados. Aprovechando el momento, el procónsul alemán obligó a los otomanos a reconocer las colonias templarias, algo que hasta entonces se habían negado a hacer.

Los templarios querían hacer de Palestina un estado cristiano protestante, esperando que fuera asignado a Alemania cuando los otomanos ganaran la guerra a Rusia. No fue así.

Tres décadas más tarde, durante el levantamiento de los Jóvenes Turcos en Constantinopla (Estambul) en 1908, los campesinos palestinos atacaron las colonias alemanas. Los alemanes volvieron a enviar un buque de guerra a Haifa para defender a los colonos en caso de que se produjeran nuevos ataques.

Pero el sionismo y, por consiguiente, el Estado de Israel, ni son una religión ni nacen en Palestina, sino en Europa. Es un movimiento político que usurpa una religión, el judaísmo, y actúa en su nombre. De ahí que la confusión esté tan extendida, y el máximo interesado en ella es el sionismo. El objetivo de los sionistas también es exclusivamente político: la colonización de Palestina.

El colonialismo no es una política propia del colonizado sino del colonizador, y es siempre la misma o muy parecida. Se caracteriza por el dominio de uno sobre otro que, en la época moderna, se asimila al imperialismo, de tal manera que el sionismo no es otra cosa que imperialismo. La dominación sionista sobre Palestina es una consecuencia de la dominación británica sobre Oriente Medio, desarrollada a partir de la Primera Guerra Mundial.

Palestina no es la “tierra prometida” ni el “hogar nacional” del pueblo judío. Es el imperialismo británico el que crea en Palestina una colonia que antes no existía. En 1917 la Declaración Balfour inicia la colonización y expansión sionista de Palestina, materializada a partir de 1948.

En aquel momento aún no había surgido el movimiento descolonizador. Se trataba de otro reparto del mundo como tantos otros. Un grupo de europeos codiciaba el saqueo de los recursos ajenos y para ello mataba a la población y la expulsaba de sus viviendas en masa. La Nakba no fue más que eso: 750.000 palestinos acabaron dispersados por los distintos países de Oriente Medio en campos de refugiados.

Al año siguiente, la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU exigió que Israel permitiera a los refugiados palestinos regresar a sus hogares. Comenzó otra parte de la historia: Israel se burla de las votaciones de la ONU porque sabe que tiene el apoyo incondicional de las grandes potencias imperialistas.

En pleno siglo XXI los imperialistas siguen enviando sus cañoneras más grandes para sostener a Israel, en este caso los portaviones Gerald Ford y Eisenhower, los mayores que tiene la Armada estadounidense en este momento. Por algo será…

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