Ese semantema se da ya por sentado sin que necesite explicaciones y probablemente haya que dar alguna para no ser pretenciosos y dar por supuesto lo que necesita alguna explicación, ya decimos. No vaya a ser que se vaya muy lejos en una interpretación que brilla por su ausencia.
Acá ya tocamos de refilón alguna idea al respecto. Y empezamos, entonces, por el final, por la síntesis, al decir que no reconocemos otro «Régimen» que el «del 36». Y no el «del 78» que se pretende, o aspira a ser, una especie de corte entre el franquismo y la «democracia» con su Constitución y sus elecciones. Con Franco también había democracia que llamaban «orgánica» con sus Leyes Fundamentales -un prestigioso catedrático de Derecho Constitucional habló de la actual Constitución como «la octava Ley Fundamental del Reino» continuadora de un franquismo sin Franco al no haber ninguna ruptura democrática ni cristo que lo fundó por medio-, mientras que la que conocemos es «inorgánica» con su parte dogmática y parte orgánica en su Constitución (no aprobada, por ejemplo, a todo esto, en Euskadi, conviene recordarlo). Entiéndase que cuando decimos «reconocemos» quiere decirse que en abosuto «reconocemos» tal régimen fascista, va de suyo, como tampoco reconocemos, como parece insinuarse aunque no se explicita, ese «Régimen del 78» al que también caracterizamos de fascista o mero blanqueado de la vieja fachada de la arquitectura -y «arquitextura»– fascista anterior ampliando la base social pergeñando la liturgia de las elecciones y demás paripés.
Por lo tanto, si lo que se sugiere es eso, nosotros lo negamoBianchis, y en función de ese rechazo definimos el carácter de esta «democracia» como fascista -sin su parafernalia fascista tipo charreteras, botas, alamares, saludos a la romana, etc. , claro está- lo que hace que los análisis concretos de la situación concreta -para homenajear a Lenin- difieran siempre en el seno de la izquierda consecuente no llegando a establecerse, pensamos, unas contradicciones antagónicas -homenajeando esta vez a Mao-.
Resumiendo, así como no creemos en que se pueda pasar del fascismo a una democracia homologable a las democracias burguesas europeas, más formales, sin previa «ruptura democrática» -que reclamaban los Carrillo, González y demás tahures en su día porque no les quedaba otra y porque sólo faltaría-, tampoco vemos el sentido que pueda tener llamar «régimen del 78» a algo que sugiere una ruptura (democrática) que nosotros negamos, lo que podría prestarse a la confusión de la peña.
La Historia, con mayúsculas, no empieza ni acaba con nuestras historias, con negamos, lo que podría prestarse a la confusión de la peña. La Historia, con mayúsculas, no empieza ni acaba con nuestras historias, con minúsculas, vitales y personales. El mero paso del tiempo no cambia, en lo fundamental, los hechos históricos -salvo que los tomemos como si de efímeras modas se trataran- donde esté escrito que cada equis tiempo las cosas tengan que cambiar. Las cosas cambian gracias a la mano del hombre y al protagonismo de las masas. Si del tiempo antropomorfizado dependiera, todavía estaríamos en las Cuevas de Altamira.
Recientemente, con la muerte del gran Fidel Castro, se ha dicho que «acabó el siglo XX» (estamos en el XXI espaciotemporalmente) al igual que también se dijo que ese siglo, el XX, empezó con la Revolución de Octubre en Rusia. Son divisiones, vale decir, «políticas», y no temporales, obviamente, que no hacen caso del calendario, y que son aceptables. Pues bien, el franquismo (y el posfranquismo), que parece que es algo que sucedió en los tiempos de maricastaña, o de cuando Franco era cabo, durará lo que dure mientras no se acabe con él de una puta vez, algo que depende de nosotros, y no de trocear la historiografía en cachitos, periodos, subperiodos, épocas, mentalidades, etc., que vale, que también, pero sin confundir ni perder el norte, el sur y demás puntos cardinales. De los presentes depende mandarlo al «baúl de la Historia», que decía aquel.
Buenas tardes.