La guerra en la parte oriental de la República Democrática del Congo podría extenderse a la región de los Grandes Lagos. Hace tiempo que Ruanda quiere apoderarse de las materias primas (coltán, cobalto) de Congo y la terminación del corredor ferroviario de Lobito, la vía férrea para sacar los minerales por Angola, ha acelerado sus planes de conquista.
En África la riqueza es la muerte y Kivu, en la región oriental de Congo, tiene entre el 60 y 80 por cien del coltán del mundo, un mineral esencial para el desarrollo militar y la tecnología civil.
Ruanda opera en Kivu bajo la fachada del Movimiento 23 de Marzo, que a su vez es el brazo armado de la Alianza del Rio Congo (AFC), y controla el tráfico de coltán, que rinde 800.000 dólares al mes. Según la ONU, con esos ingresos la AFC financia sus operaciones militares.
Las sanciones estadounidenses impuestas a la AFC en julio del año pasado fueron el primer reconocimiento oficial del movimiento como una amenaza regional, pero no lograron detener su expansión.
No es sólo una guerra local. El ejército congoleño es muy débil, a pesar del despliegue de 5.000 tropas sudafricanas y tanzanianas en su apoyo. Los mecanismos de seguridad regional, como la SADC y la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos (CIGRL), no se diseñaron para una guerra de estas dimensiones.
La incapacidad para contener la AFC en Kivu podría convertirse en una bomba de relojería que podría socavar toda la arquitectura de seguridad en la región en cualquier momento.
Burundi, otro Estado políticamente frágil, corre el peligro de caer en una guerra civil a causa de la crisis congoleña.
Uganda teme un resurgimiento de las Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA) en sus regiones mineras del norte, ricas en oro y estaño, debido a sus vínculos con la AFC.
Los principales países de la SADC (Comunidad del África Meridional para el Desarrollo) están amenazados en el país y en Angola. El corredor de Lobito, una importante ruta comercial que une Congo, Zambia y Angola con el puerto de Lobito, es importante para las exportaciones mineras estratégicas a los países occidentales.
Ruanda ha quedado fuera del corredor y eso ha llevado al gobierno de Kagame a desestabilizar la parte oriental de Congo.
La escalada en Kivu del norte no está marcada únicamente por los avances miitares del M23, sino que forma parte de una tendencia política más amplia desde que la ADF se afilió al Califato Islámico en África Central (CIAP).
Sin una respuesta coordinada que incluya a las instituciones africanas, Kivu del norte se puede convertir en un centro del yihadismo regional, fomentando una mezcla de terrorismo que combina guerra irregular, economía criminal (financiación con el tráfico de materias primas) y yihadismo, con consecuencias desastrosas para el África Central.
Así, desde Goma hasta Bujumbura, el M23 no se limita a redibujar los mapas. Está cambiando el equilibrio político de la región de los Grandes Lagos. No sólo se divide un territorio, sino que se fusionan las guerras mineras, las rivalidades regionales y las redes criminales multinacionales.
En África las fronteras entre la revuelta social, el poder político y la depredación económica se desdibujan. El que controla las minas controla la situacion en los Grandes Lagos.
El corredor de Lobito: otra obra ‘benéfica’ de la Usaid
La Usaid está presente en todas las salsas y siempre con propósitos muy poco humanitarios. Una de sus “obras benéficas” es el corredor de Lobito, que lleva años provocando polémica en Angola a causa del interés de Estados Unidos por su mayor proyecto estratégico de exportación de minerales críticos en África.
A través del Banco Europeo de Inversiones, la Unión Europea también ha puesto dinero en un proyecto que tiene que asegurarles el suministro de materias primas desde el centro de África.
El año pasado Estados Unidos aprobó un préstamo de 553 millones de dólares para Lobito Atlantic Railway, operado por un consorcio dirigido por Trafigura Group, un traficante de materias primas.
Cuando Trump ha cerrado el grifo de la Usaid, la polémica ha seguido en las redes sociales angoleñas, porque también se acaba la financiación del corredor. Algunos le quitan importancia al chorro de dinero: sólo habrá 5 millones de dólares menos.
Otros se ponen el grito en el cielo: si Estados Unidos abandona el ferrocarril, llegará China. Por eso la Casa Blanca estudia una solución intermedia: transferir la financiación de USAID a DFC (U.S. International Development Finance Corporation). El velo humanitario desaparecería, poniendo el aspecto estratégico y comercial en un primer plano.
El equipo de Trump quiere convertir DFC en una especie de “fondo soberano”, aunque centrado en lzas materias primas estratégicas y ha puesto a Ben Black al frente.
China es siempre la pesadilla
El DFC fue creado durante la primera etapa de Trump en la Casa Blanca para contrarrestar la influencia de China, que a través de préstamos para infraestructuras se ha impuesto en África y, especialmente, en la minería. El DFC y el Banco de Exportación e Importación de Estados Unidos han invertido en proyectos para extraer y exportar minerales esenciales, así como en la construcción de centrales eléctricas.
Durante su mandato, Biden sólo realizó un viaje a África para visitar precisamente… el puerto de Lobito. El ferrocarril pretende demostrar a los africanos que Estados Unidos puede hacer lo mismo que China… pero hace falta dinero y, sobre todo, dinero público. Por eso Trafigura espera recibir en marzo el primer desembolso de DFC.