En el mundo las guerras no estallan por generación espontánea sino porque la mano de Estados Unidos aparece por algún lado. Si no hay guerras, hay un peligro de que las haya y, en última instancia, el Pentágono las provoca. En cualquier otro caso la maquinaria industrial de Estados Unidos dejaría de funcionar. Es un país que vive por y para la guerra.
Siempre hubo conjeturas sobre el momento en el que el presupuesto del Pentágono iba a superar el billón de dólares. Cada año está más cerca, pero antes pocos calculaban que llegaría en una fecha tan cercana como 2027.
El Pentágono encadena una guerra tras otra para que el dinero no deje nunca de caer en los bolsillos del complejo militar-industrial, de grandes empresas como Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman y General Dynamics.
El engranaje se complica mucho en esos breves instantes en los que no hay una gran guerra, por lo que dos senadores, Jack Reed y Jim Inhofe han presentado una enmienda para llenar los arsenales de armas, tanto en tiempos de guerra, como en los intervalos de tranquilidad relativa.
Aunque ya se han asignado más de 20.000 millones de dólares para el envío de armas a Ucrania, los contratos firmados no superan los 2.700 millones. Los traficantes de armas temen que la guerra termine antes de gastar el dinero presupuestado para ella. De momento los rumores de negociaciones ya han tumbado las acciones de los traficantes en Wall Street.
La enmienda de Reed e Inhofe ha conseguido enderezar la cotización bursátil sobre la base de considerar que la guerra es como la nueva normalidad. Siempre tiene que haber una guerra, pero si hay varias al mismo tiempo, mejor. Además, como Estados Unidos siempre está en medio de ellas, el Pentágono debe estar preparado y comprar cada vez más armas… por si acaso.
Una vez aprobados los presupuestos militares, las guerras sólo consumen una parte, y no es fácil averiguar el destino del resto. Las guerras de Afganistán e Irak sólo consumieron la mitad del dinero entregado al Pentágono.
Por lo demás, si se computan los gastos militares camuflados en otros organismos públicos, como el Departamentos de Energía, encargado de las armas nucleares, el presupuesto militar ya ha superado con creces el billón de dólares.
En consecuencia, dos terceras partes del dinero público de Estados Unidos pasa por los bolsillos de los militares, que necesitan guerras exactamente igual que los famacéuticos necesitan enfermedades.
Pero como nada es suficiente, Estados Unidos lleva tiempo presionando a los países europeos para que aumenten sus gastos militares, porque ese dinero también va a parar a los bolsillos del complejo militar-industrial, que son empresas estadounidenses.
Es el caso del gobierno español de coalición, siempre obediente a cualquier insinuación procedente de Washington. Este año el presupuesto militar asciende a 11.189 millones de euros, un 7,8 por ciento más que el año pasado. Sin embargo, la OTAN sabe que esa cifra es mucho mayor: 13.203 millones. En plena época de recortes públicos, los militares no pasan estrecheces.