Me llama la atención que los «indignados» por estas afrentas históricas, que lo son, claro que lo son, siempre argumentan con el mismo mantra, a saber, que resultaría inimaginable que en Alemania -o Italia, pero sobre todo Germania- hubiera una plaza, calle o rúa -no digamos ya estatua- dedicada al Führer, a Hitler. O a Mussolini en Italia. Y ello porque en esos países se goza -dicen estos campeones de la «democracia»– de «estados de derecho» y esas cosas con que se llenan la bocota y ni saben lo que significa.
Pues bien, mi asombro viene motivado porque, en lugar de sacar una lógica consecuencia como pueda ser que, mientras en esos países el fascismo fue derrotado, y en el Estado español no, pues Franco murió en la cama, como se suele decir, esto es, no fue derrotado, concluiríamos, con pura lógica escolástico-aristotélica-averroísta y hasta tomista, que allí no pasa lo que no debe pasar, y aquí pasa lo que no debe pasar, pero pasa, otrosí: allí se derrotó al nazi-fascismo, y aquí, a juzgar por lo que vemos y a lo que asistimos con el Pazo un caso más entre otros, las cunetas, por ejemplo-, no.
La conclusión a extraer es bien sencilla: aquí sigue el fascismo imperante y rampante que explica lo que para estas buenas gentes y almas bellas hegelianas, expertos en hacer aspavientos y poner caras y poses, es «inexplicable». No lo «entienden» porque no lo quieren entender, porque sería admitir que, efectivamente, en España, con cuajarones, burlas y chafarrinones como este, no hay democracia. Pero el sofisma de estos vividores trileros es este: que se denuncie el bochornoso caso del Pazo -y las corruptelas que van saliendo- demuestran la consolidación de la democracia y no su podredumbre. Al igual que el Barón de Münchäusen se salvan del pozo estirándose a sí mismos de su propia coleta.
Así razonan (?) estos simios catarrinos que jamás reconocerán algo tan simple como admitir que, si pasa lo que pasa (con el Pazo), igual es debido a la falta de democracia en este país. Pero reconocerlo sería renunciar (resign) a sus escaños, prebendas y dietas varias. El Rey va vestidito de azul y con canesú.
Al menos los de la Fundación Franco no son tan cínicos.
Arrivederci.