Quienes conocen de cerca los organismos internacionales saben que sus miembros son un hatajo de vagos y vividores. Es el caso de las instituciones de la Unión Europea que a cada paso buscan sumideros que los pongan ante las cámaras de la televisión.
Es también el caso del Premio Sajarov que concedió en octubre el Parlamento Europeo a… la “oposición democrática” de Bielorrusia porque son un ejemplo de “libertad de conciencia”.
“Estamos destinados a ganar y ganaremos”, dijo Svetlana Tijanovskaya, cabecilla que quiere derrocar al Presidente electo Lukashenko como sea, por lo civil o por lo militar.
Menos de dos meses antes, el 9 de agosto Lukashenko había ganado las elecciones con más del 80 por ciento de los votos porque a Tijanovskaya sólo la conecen en Bruselas. Sus votos no llegaron al 10 por ciento.
Tijanovskaya es el típico producto manufacturado por las grandes cadenas de comunicación para consumo de los espectadores occidentales y las ONG que defienden los derechos humanos.
A los que entregaron el Premio no les importó que durante la desestabilización de agosto la “oposición democrática” portara por las calles la bandera de los colaboracionistas nazis.
La bandera rojiblanca es un símbolo del período de ocupación nazi en Bielorrusia y del gobierno títere de la época, involucrado en grandes masacres cuya dimensión es imposible exagerar: los nazis y sus socios bielorrusos llevaron a la tumba a una cuarta parte de la población, incluidos 800.000 judíos.