La realidad es dura de digerir cuando se llevan años contando falsedades. Le ocurrió al Washington Post, que ha tardado un mes en informar a sus lectores del reportaje de Hersch imputando a Biden la responsabilidad por la voladura de los gasductos Nord Strem en setiembre del año pasado.
Le ha ocurrido al diario alemán Die Zeit, que inventa explicaciones paralelas (1) para ocultar que un país, como Estados Unidos, está involucrado en un atentado terrorista, otro más.
Finalmente, otro medio convencional, el New York Times, también se involucra en lanzar cortinas de humo: el atentado no sería obra de Estados Unidos, ni de Ucrania, sino de un oscuro “grupo pro-ucraniano” sin conexión con el gobierno de Kiev (2).
Por supuesto, el periódico evita culpar al gobierno ucraniano. Cualquier sugerencia de implicación ucraniana directa o indirecta podría alterar “el apoyo de un público alemán que se ha tragado los altos precios de la energía en nombre de la solidaridad” con Ucrania.
“Cualquier conclusión que culpe a Kiev o a representantes ucranianos podría provocar una reacción violenta en Europa y dificultar que Occidente mantenga un frente unido en apoyo de Ucrania”.
El gobierno de Zelensky se merece el apoyo incondicional del mundo civilizado porque juega el papel víctima de una guerra que pasará a las historias oficiales como una “invasión rusa no provocada”.
Pero cuando un periódico, como New York Times, inventa un fraude de estas dimensiones, tiene que dejar un cabo suelto para cuando se le vea el plumero dentro de un tiempo: sus fuentes, que por cierto son anónimas, no ofrecen conclusiones “firmes”. Es un reportaje lleno de “quizá”, “es posible”, “probable” y otras vías de escape parecidas.
“Los funcionarios estadounidenses se negaron a revelar la naturaleza de la inteligencia, cómo se obtuvo o detalles sobre la fuerza de las pruebas que contenía. Dijeron que no había conclusiones firmes, dejando abierta la posibilidad de que la operación fuera llevada a cabo clandestinamente por una fuerza proxy vinculada al gobierno ucraniano o a sus servicios de seguridad”, afirma.
Es una noticia que no puede ser noticia porque no dice absolutamente nada. Las fuentes dice que los autores “son opositores al presidente ruso Vladimir V. Putin, pero no especifica los miembros del grupo ni quién dirigió o pagó la operación”. Quizá fueron Torrente y su equipo de colaboradores. ¿Por qué no?
“Muy probablemente fueron ciudadanos ucranianos o rusos, o una combinación de ambos”. En ningún caso hay implicados “estadounidenses o británicos”, que están por encima de toda sospecha.
“Probablemente fue un acto patrocinado por un Estado, quizá por la sofisticación con la que los autores colocaron y detonaron los explosivos en el fondo del mar Báltico sin ser detectados”.
Es muy extraño que una operación que el periódico califica como “sofisticada” sea obra de una pandilla de enemigos de Putin de origen desconocido. “Lo más probable es que los explosivos fueran colocados con la ayuda de buceadores experimentados que no parecen trabajar para servicios militares o de inteligencia”, pero que pueden haber “recibido formación gubernamental especializada en el pasado”.
El periódico asegura que los terroristas utilizaron más de 1.000 libras de explosivos de uso militar y que unos 45 barcos fantasma tenían sus transpondedores de seguimiento sin encender o sin funcionar cuando pasaron por la zona, “para enmascarar sus movimientos”.
(1) https://www.zeit.de/politik/ausland/2023-03/nordstream-2-ukraine-anschlag
(2) https://www.nytimes.com/2023/03/07/us/politics/nord-stream-pipeline-sabotage-ukraine.html