Hace ya más de 40 años que Abdelaziz Al-Hilu se alzó en armas para encabezar uno de los mayores movimientos rebeldes de Sudán. Hoy, cuando la paz parece posible, Abdelaziz Al-Hilu es el último obstáculo para la reunificación del país. El objetivo de su lucha es la desaparición de la shariá, que ha dividido a la población, según él.
Desde octubre del año pasado y los inicios del acuerdo de paz, es el hombre al que se dirigen todas las miradas. Pero su posición no cambió en las reuniones de junio que marcaron el final de la primera fase de las conversaciones entre el gobierno de transición sudanés y el Movimiento de Liberación Popular de Sudán-Norte (SPLM-N).
Para el dirigente sudanés, no es posible alcanzar la paz hasta que se adopte el laicismo en Sudán. Para este musulmán que tomó las armas para luchar contra la shariá cuando aún era un estudiante de secundaria, la ley islámica ha dividido al país.
Para Al-Hilu, imponer la ley de una religión a un Estado es una herejía y va en contra de los principios y valores adquiridos durante su infancia en una región donde conviven animistas, cristianos y musulmanes. “En 1983, el dictador Gaafar Nimeiry impuso la ley islámica, la shariá, en todo el país. A partir de entonces comenzó la discriminación por motivos religiosos”, explica en declaraciones a la prensa africana. Esto hizo que el joven de 18 años, que todavía estaba en el instituto, se levantara en armas.
“Debido a la naturaleza del régimen, no tuvimos más remedio que tomar las armas. Las tribus árabes fueron armadas por el gobierno, oficialmente para luchar contra la guerrilla, pero atacaron a los civiles, robaron ganado, quemaron casas y esclavizaron a mujeres y niños”, dice.
Cuando se fue a Jartum para ir a la universidad, hizo un curso de formación militar de seis meses en la frontera entre Etiopía y lo que ahora es Sudán del Sur, además de sus cursos de economía. Obtuvo el grado de capitán y terminó sus estudios en 1979.
Los combates entre los grupos étnicos marginados continuaron y debilitaron el régimen hasta el punto de que no pudo resistir el Golpe de Estado de Omar Al-Bashir en 1989. “Sus hombres iniciaron una yihad contra el pueblo Nuba. Así que luchamos para defendernos en nombre de la justicia, la igualdad, la libertad y, sobre todo, la libertad de religión”, explica Al-Hilu, que se convirtió, pocos años después, en general y dirigente del SPLM-N, el antiguo Movimiento Popular de Liberación de Sudán – Agar.
El movimiento rebelde consiguió hacerse con el control de toda la región sur de Sudán e imponer una cierta calma. Pero no por mucho tiempo. Bajo el mandato de Al-Bashir, la situación de las minorías étnicas no mejoró. Por el contrario, provocó largas luchas entre el gobierno y los rebeldes, que incluso llevaron a la secesión de Sudán del Sur en 2011.
Tras la partición del país, el SPLM-N pidió una reforma completa de la sociedad sudanesa para acabar con la marginación de ciertos grupos étnicos y religiones. “Entonces decidieron bombardear a sus propios civiles. Jartum también niega el acceso a los trabajadores humanitarios y a la comunidad internacional, a los que quieren ayudar a la gente necesitada en las montañas Nuba, donde nos refugiamos”, dijo Al-Hilu en 2012.
Al-Bashir fue depuesto en 2019 y Jartum inició los pasos hacia un acuerdo de paz con los rebeldes. Al-Hilu se negó a firmar el acuerdo, que fue firmado por todas las demás partes el 3 de octubre del año pasado.
El objetivo del SPLM-N nunca ha sido sólo pacificar Sudán. Lleva varios años exigiendo que el Estado sudanés deje de basarse en la shariá. Para él, la ciudadanía debe ser la base de la nación. Consciente de que Al-Hilu sólo acudirá a la mesa de negociaciones con esta condición, el 28 de marzo el gobierno de transición emitió una declaración de principios para separar el Estado de la religión.
Al-Hilu exige que el gobierno se comprometa a descentralizar el gobierno y garantizar la pluralidad territorial. “Esto permitirá a las personas afectadas, en caso de violación de estos principios, ejercer su derecho a la resistencia y exigir la autodeterminación”, explica. Sabe que será escuchado, ya que el gobierno de Jartum teme un intento de secesión de la región controlada por su movimiento.
“Sudán es único. Necesitamos soluciones excepcionales y poco convencionales para resolver nuestros problemas ante el deterioro de la situación económica”, afirma Al-Hilu.