En febrero del año pasado, en medio del debate sobre un posible despliegue de tropas occidentales en Ucrania, Olaf Scholz, entonces jefe del gobierno alemán, justificó su negativa a entregar misiles de crucero aire-tierra Kepd-350 Taurus al ejército de Kiev.
“Es un arma de muy largo alcance, y lo que hacen los británicos y los franceses en cuanto a objetivos y escolta no lo puede hacer Alemania. Sería irresponsable por nuestra parte participar de la misma manera”, declaró en una entrevista con la Agencia de Prensa Alemana (DPA), en alusión a los misiles Scalp/Storm Shadow entregados al ejército ucraniano por París y Londres.
“Lo que hacen otros países, países con tradiciones e instituciones constitucionales diferentes, es algo que nosotros no podemos hacer a la misma escala”, añadió Scholz.

En Reino Unido el comentario de Scholz fue objeto de un aluvión de críticas de los medios, que pedían más carnaza. Entonces el gobierno de Londres se quitó la careta, confirmando la presencia de “un pequeño número” de soldados en Ucrania, aclarando que algunos participaban en “entrenamiento médico”, mientras que otros se encargaban de proteger al personal diplomático. Este reconocimiento oficial tenía como objetivo principal evitar que Moscú explotara las declaraciones del canciller alemán.
Sin embargo, el 9 de diciembre, el Ministerio de Defensa británico anunció la muerte de uno de sus militares en Ucrania, tras “un accidente” durante una prueba de una nueva arma realizada por el ejército ucraniano “lejos del frente”. Se trataba del cabo George Hooley, de 28 años, del Regimiento de Paracaidistas.
El primer ministro británico, Keir Starmer, se sumó a las condolencias. “Estoy profundamente entristecido por el fallecimiento de un militar británico en Ucrania”, dijo también John Healey, el secretario de Defensa.
“Este trágico incidente es un duro recordatorio de los riesgos que enfrentan quienes sirven a nuestro país, incluso lejos del frente de batalla. Felicito su profesionalismo y compromiso”, comentó Tanmanjeet Singh Dhesi, presidente del Comité de Defensa de la Cámara de los Comunes.
Pero la muerte del cabo Hooley es el chocolate del loro. Los británicos han tenido muchas más bajas, que poco tienen que veer con su “labor humanitaria lejos del frente de batalla”. Según The Guardian, un monumento conmemorativo ucraniano enumera actualmente a “cuarenta soldados británicos que murieron defendiendo Ucrania”. Sin embargo, «ninguno de ellos servía en las fuerzas armadas de Reino Unido” en el momento de su muerte, es decir, que se trata ded soldados que se dieron de baja antes de incorporarse al cuerpo expedicionario.
Pero los medios siguen con sus fantasías. La cadena Sky dice que la muerte del paracaidista es un “caso excepcional”. A los propagandistas del imperialismo no les falta razón: necesitan impedir que se demuestre la veracidad de las informaciones procedentes de los medios rusos, porque en la Guerra de Ucrania quien han intoxicado hasta el ridículo han sido los lameculos del imperialismo.
Así se explican los temores de la cadena: “Es probable que el Kremlin explote esta tragedia para amplificar las falsas acusaciones sobre el despliegue de fuerzas de la OTAN en Ucrania”.