A medida que aumenta la producción de vehículos eléctricos en todo el mundo, se dispara la demanda de litio, componente esencial del modelo de batería más utilizado: la de iones de litio. Sin embargo, la producción de esta materia prima tiene dificultades para seguir el ritmo. El riesgo es que se convierta en una cuestión cada vez más política en la competencia entre países por producir localmente baterías para vehículos eléctricos, una oportunidad para reindustrializarse.
¿Y si la crisis energética que vive Europa es sólo un anticipo de lo que será la transición energética? La transición de la dependencia de los hidrocarburos a la de los metales estratégicos podría resultar más difícil de lo que habían previsto las grandes potencias. Por ejemplo, se prevé que la oferta de litio sea aproximadamente un 4 por cien inferior a la demanda prevista en 2030 y un 24 por cien menos en 2035, incluso suponiendo que entren en funcionamiento todos los nuevos proyectos de extracción que la industria considera actualmente probables o posibles, así como una expansión significativa de los proyectos de reciclaje de litio.
La insuficiencia de suministro podría retrasar considerablemente la transición energética. Además, las situaciones de escasez exacerban la competencia capitalista, como se vio con las mascarillas o las vacunas durante la pandemia, o con el gas ruso en la actualidad.
Una materia prima estratégica
Como el litio se ha convertido en una materia prima estratégica, los gobiernos intervendrán en su producción y suministro. La producción se triplicará de aquí a 2031, con un aumento medio anual del 13,6 por cien. Se prevé que Australia, el mayor productor del mundo, triplique su producción durante este periodo, y se espera que represente una cuota del 35 por cien del mercado mundial. También se espera que Chile y China dupliquen su producción en esos 10 años, mientras que Brasil triplicará su producción, que hoy es mucho más modesta. Por su parte, Argentina multiplique por seis su producción actual.
Se han identificado nada menos que 129 proyectos de litio, incluidos 25 sólo en Canadá. De estas 129 explotaciones, 105 están en manos de empresas mineras medianas. La escasa presencia de los principales monopolios mineros mundiales supone un riesgo para la ejecución de los proyectos actualmente previstos y pone en duda la capacidad para extraer litio a largo plazo en una cantidad suficiente.
Al mismo tiempo, se prevé que la demanda mundial se triplique de aquí a 2031, principalmente por el aumento de las ventas de vehículos eléctricos, que pasarán de 11,4 a 30,3 millones de unidades. Sólo las baterías de los vehículos eléctricos representarán el 80 por cien de la demanda de litio, frente al 40-45 por cien actual.
En Europa, además de las medidas aprobadas de cada Estado miembro, el plan Next Generation, ya tenía como objetivo promover la transición energética antes de la Guerra de Ucrania y la crisis energética actual. Estados Unidos también quiere reducir su dependencia de las cadenas de suministro chinas.
Los negocios verdes engordan con subvenciones públicas
En ambos lados del Atlántico, las grandes potencias aprovechan la transición energética para crear nuevos sectores industriales y negocios verdes, que marchan viento en popa gracias a las subvenciones públicas.
La competencia reorganizará las cadenas de suministro. La ubicación de la producción de baterías influirá en la demanda geográfica de litio. Aunque China seguirá siendo el primer fabricante de baterías del mundo en los próximos 10 años, con el 80 por cien de la capacidad de producción, otros países productores como Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Hungría quieren recuperar el tiempo perdido. Se espera que entren rápidamente en el mercado nuevos protagonistas, como Alemania, Polonia, Suecia, Francia, Reino Unido, Tailandia e Indonesia. Para asegurar las necesidades de litio de estos países, es probable que Australia y Canadá sean los principales beneficiarios debido a su docilidad política hacia Estados Unidos, su capacidad para producir grandes volúmenes de litio, un entorno minero favorable y los esfuerzos políticos concertados para fortalecer los vínculos de producción de baterías con socios en mercados al margen de China.
En Estados Unidos un componente de 370.000 millones de dólares de la Ley Biden de Reducción de la Inflación se dedica a desarrollar la industria de fabricación de baterías y a asegurar la cadena de suministro. Al mismo tiempo, la Casa Blanca concede subvenciones de hasta 7.500 dólares por la compra de un vehículo eléctrico con una única condición: que la batería se haya ensamblado en Estados Unidos, Canadá o México, con materias primas procedentes de países que tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos.
Por su parte, la Unión Europea ha formado la Alianza Europea de Baterías, que incluye medidas para asegurar el litio y otros metales fundamentales para la transición energética. Este tipo de apoyo público también está siendo implementado en las economías emergentes, con las mismas condiciones políticas. India ofrece incentivos financieros sólo a los proyectos de producción de baterías que incorporen una parte de componentes producidos localmente.
Consigna: apoderarse de toda la cadena de producción
La competencia también se ve exacerbada por los países productores de materias primas. Ya tienen las minas y quieren desarrollar industrias integradas en la cadena de producción: extracción, procesamiento y refinado, que representan entre el 25 y el 30 por cien. La fabricación de ánodos, cátodos y electrolitos entre el 20 y el 25 por cien, y la producción de celdas y baterías ensambladas entre el 45 y el 50 por cien.
En Indonesia un consorcio de empresas públicas, incluida una compañía minera con una parte importante de las reservas de níquel del país, firmó un memorando de entendimiento con el gigante de la fabricación de baterías LG Energy Solution de Corea del Sur para invertir 9.000 millones de dólares para refinar el metal y fabricar cátodos y baterías. Yakarta también ha firmado un memorando de entendimiento con la empresa china Contemporary Amperex Technology (Catl), que, junto con dos empresas locales, desarrollará un proyecto de producción integrada de baterías con un capital de 6.000 millones de dólares. En marzo, LG Energy Solution firmó un acuerdo con Stellantis para producir baterías en Canadá con un capital auperior a los 4.000 millones de dólares.
La competencia también se da entre los capitales individuales, en particular los fabricantes de equipos de automoción, para asegurar sus suministros. La estadounidense Tesla ha firmado un acuerdo de tres años con la china Ganfeng, uno de los principales productores mundiales de compuestos de litio. Volkswagen pretende crear una red de proveedores, desde la extracción del litio hasta el montaje de las baterías en España. El fabricante de automóviles alemán ha firmado un acuerdo con la empresa germano-australiana Vulcan Energy Resources para extraer litio en el valle del Alto Rin, en Alemania. Renault y Stellantis recibirán litio de Vulcan. La estadounidense Ford comprará 25.000 toneladas de litio al año en un emplazamiento de Argentina explotado por la minera australiana Lake Resources.
El negocio del refinado está aún más concentrado. Chile exporta el 66 por cien de la oferta mundial de carbonato de litio, que extrae de salmueras evaporadas. China produce la mayor parte del resto utilizando un método diferente: refinando carbonato de litio a partir de mineral de espodumeno, principalmente de Australia. China representa más de la mitad de las exportaciones mundiales de hidróxido de litio.
Cuando lo verde contamina
La aplicación de normas medioambientales más restrictivas agudizará la competencia entre países para avanzar hacia una producción verde a lo largo de la cadena. La extracción convencional de litio puede plantear una serie de riesgos medioambientales, como la contaminación del suelo y las aguas subterráneas.
Las tecnologías y procesos que se utilizan actualmente en la extracción de litio requieren grandes cantidades de agua, un grave inconveniente en las regiones áridas. Varios proyectos mineros se han topado con la oposición de la población en Portugal, Serbia y Estados Unidos, y la minería es muy contestada en España.
La Comisión Europea podría clasificar el litio como producto tóxico, lo que dificultaría el desarrollo de la actividad minera en Europa. Esta carga podría reducir la oferta, y aunque se están desarrollando otros modelos de baterías que no utilizan litio y podrían convertirse en sustitutos en el futuro, a corto plazo ninguno de estos modelos puede ofrecer la combinación de coste, peso y densidad energética de las baterías de litio.
Las tensiones en el mercado del litio se reflejan en los precios del mineral. Los precios de los carbonatos e hidróxidos se mantendrán en múltiplos de sus niveles anteriores a la pandemia en términos reales hasta 2025, cuando disminuirán pero seguirán siendo elevados. En China, el mercado de referencia, se espera que los precios del carbonato de litio alcancen una media de 68.000 dólares por tonelada este año y de 55.000 dólares el siguiente. Se espera que el hidróxido de litio alcance una media de 67.000 dólares por tonelada en 2022 y de 56.000 dólares en 2023. En comparación con la etapa anterior a la pandemia, los precios han subido más de un 500 por cien.