A primera vista parece insultante, y lo es, ciertamente, a juzgar por el corte de unos nueve minutos (el programa entero duraba una hora) que selecciona los pasajes más hirientes, vale decir. Ha habido más programas (este se titulaba «Euskalduna naiz, eta zu»?, o sea, «yo soy vasco, ¿y tú?») donde se autocriticaban las costumbres vascas, pero por su poco «esencialismo», sus pocos genes vascos, también vale decir, un horror, para nosotros). Y, también, una torpeza, puesto que dan carnaza gratis a la fachongada y facherío de los tirios, y a los troyanos que fungen de «demócratas». Se lo han puesto fácil, a güevo, que diría un castizo. Y gratis. No han tenido necesidad de escurrirse la sesera para alimentar sus fobias antivascas y anticatalanas.
Los que han ideado ese programa no han contado hasta cinco -o diez- para mirar y sopesar las consecuencias del contenido de lo emitido. Han ido a lo fácil, al jajajá y al jijijí, y tira millas. Y no. Hay que pensar un poco más. Y no vale decir que se hizo en «clave de humor», sin más, porque, primero, hasta el «humor blanco» es político, y, segundo, a la caverna española -españolaza- le suda la minga que les digas eso, que lo saben, porque les pones en bandeja la munición para zurrarte de lo lindo aprovechando esas meteduras de pata. Encima dirán que ejercen, ellos sí, la libertad de expresión criticando ese programa donde se ríen de «lo español». Basta que digan que ¿se imaginan que en España se hubiera hecho un programa zahiriendo los usos y costumbres del más cerril de los vascos (siempre personificado en un aldeano vasco del ámbito rural, un «Josetxu» vasco brutote y medio gañán, pero, eso sí, noble y trabajador, como reza el tópico típico, esto es, haciendo caricatura que consiste en exagerar los caracteres de ciertos segmentos de la sociedad vasca, o de cualquiera, como, por ejemplo, en la película «Ocho apellidos vascos», que incluye, también, al típico estereotipo andaluz «gracioso» per se, o sea, si eres andaluz y no eres gracioso, no eres andaluz, que así funciona el sociologismo vulgar) para ver que dirían de nosotros (los españoles, se supone) para que, con argumento tan débil y feble, te tengas poco menos que callar. Pues bien, para evitar estos engorros, para no dar carnaza al «enemigo», usted no puede hacer un programa con el mismo paradigma e ideologemas e iconotipos que acaba de criticar en el otro, esto es, usando las mismas ruines y rastreras armas del fachilla soez y zafio, y ello porque usted se pone a su misma altura sin apenas un gramo de inteligencia que demuestre que usted no está ni por encima, ni por debajo ni en medio:simplemente usted emplea otras armas, distintas, para que no le confundan con lo chabacano del «enemigo», que usted se toma el humor en serio y no como un mero pasatiempo para pasar por taquilla y cobrar porque, claro, usted es un «profesional», y sí, es cierto, pero del jijijajá, no del humor, que es cosa seria.
Lo que no se puede es -el programa, muy poco visto, se ha hecho viral con intención política de joder, de apagar los fuegos con gasolina, típico del lumpenfascismo de tres peniques- sacar a un tío -un actor de medio pelo- diciendo que «España iba a llamarse ‘Mongolia’, pero ese nombre ya está registrado», porque eso es mala baba sin humor alguno (a lo Arévalo y sus chistes de tartajas, que te ríes, es posible, pero con sensación de vergüenza, salvo que seas un ser mostrenco, que los hay y abundan), aparte de que en ningún momento se distingue entre el pueblo español y el tipismo folklórico del Toro de Osborne. O que la bandera española le produce vómito -a mí también- sin que el locutor le pregunte qué diría si la bandera (española) fuese, no la bicolor, sino la tricolor de la República, ¿entonces, qué diría? Por ejemplo. No es que sea la pregunta del millón, pero significaría, sintomáticamente, algo más, diría algo más. Tampoco se trata de no hacer nada por temor a las consecuencias de lo que se diga, si va a ofender a no sé quién, que esto siempre va a suceder, no, haga usted lo que quiera, pero cuente hasta tres, o cinco.No lo ponga fácil al facherío y a la gente guapa que no va de facha, pero no les toques la patria…
En cuanto a la libertad de expresión, bajo el capitalismo, no creo en ella, así que no me lleno la boca con esa expresión perlocutiva que sólo usaré para pillar en renuncio a quienes tanto la invocan y persiguen cuando les conviene a los que creen en ella como, el penúltimo caso, el rapero Valtonyc, con quien nos solidarizamos y saludamos efusivamente.
Buenos días.