“El harén era una escuela para los miembros de la dinastía otomana y un establecimiento escolar para preparar a las mujeres para la vida”, declaró Erdogan en una intervención pública en Ankara ante las cadenas turcas de televisión.
Por su parte, su marido, el presidente, ha declarado que “la mujer es, ante todo, una madre”.
En tiempos del Imperio Otomano, el harén reunía a las cortesanas del sultán. Las mujeres del harén, confidentes, favoritas y esclavas sexuales, recibían educación literaria, artística o práctica sólo por el exclusivo placer del sultán, de las que ellas eran una de tantas propiedades.
Las más diestras se convertían en en personajes influyentes, una parte del poder político inmersa en un mundo de intrigas que fueron el venero de infinidad de relatos y novelas.
La familia Erdogan componen un retrato exacto de la actual burguesía turca, a medio camino entre la reacción islámica más frenética y los negocios más turbios. El AKP, el partido gobernante de Erdogan, ha convertido al islam en una moda, donde cada vez más mujeres portan unos velos de diseño, coloridos al más puro estilo “fashion”, con el maquillaje, el perfume y la barra de labios.
Como buena musulmana, Emine Erdogan es madrina de numerosas asociaciones, tanto de mujeres como de beneficencia. Nunca ha ocultado su admiración por el Imperio Otomano, desaparecido hace sólo 100 años tras la Primera Guerra Mundial.
“En tiempos de Murad III [sultán turco del siglo XVI] los únicos objetos que no podían entrar en un harén eran los libros”, recuerda una universitaria, Özlem Kurumlar, en su cuenta de Twiter.