Al-Jaafari, jefe de la delegación siria en Astana |
Nada más llegar, los yihadistas empezaron imponiendo sus condiciones. Aunque durante semanas han admitido su disposición a emprender negociaciones directas, se volvieron atrás desde el principio pretextando que el gobierno sirio no ha cumplido con las condiciones de alto el fuego firmadas el 30 de diciembre.
Los yihadistas reprochan al gobierno que les haya atacado en Wadi Barada para reanudar el suministro de agua potable a la población de Damasco. Por su parte, el gobierno afirma que Wadi Barada no está bajo su control, sino bajo el del Frente Al-Nosra, que el 30 de diciembre no firmó los acuerdos de tregua.
La composición de la delegación de los grupos armados yihadistas, encomendada a Turquía, ha sido un rompecabezas y no se ha conocido hasta el final. Inicialmente se trataba de ocho milicias que luego se ampliaron a 14, todos ellos miembros de algunas de las milicias que han sostenido la guerra. A ellos hay que añadir 21 consejeros reclutados entre los oponentes “políticos” que, claramente, estaban destinados a desempeñar un papel subordinado a los anteriores y, en cualquier caso, ligado a los anteriores, otra prueba más de que nunca ha existido una oposición “moderada”.
Las conclusiones que se derivan de esta situación son obvias porque en Astana no están las milicias más fuertes. El grupo más importante es Jaysh Al-Islam, financiado por Arabia saudí, que opera en la Guta oriental, cerca de la capital siria. En Astana está dirigido por Mohammad Alluche, que acudió acompañado de una decena de dirigentes de pequeños grupos yihadistas: Fares Bouyouch del Ejército de Idleb, Hassan Ibrahim del Frente del Sur y Mamun Hajj Mussa del grupo Suqur Al-Cham.
El objetivo de las negociaciones de Astana era consolidar la tregua firmada el 30 de diciembre y plantear las bases de un reglamento que permitiera buscar una solución negociacione en poosteriores rondas a celebrar en Ginebra el 8 de febrero bajo los auspicios de la ONU.
La propuesta del gobierno, cuya delegación dirige el embajador de Siria ante la ONU, Bashar Al-Jaafari, era mucho más ambiciosa. Trataba se establecer los fundamentos de una solución política para el futuro y, sin esperar a Astana, así lo ha venido poniendo en práctica desde hace semanas.
El gobierno ha decretado una amnistía a todos aquellos yihadistas que depongan sus armas, comprometiéndose a evacuar a los milicianos que quieran abandonar los frentes y a cesar los bombardeos.
Otro objetivo expuesto abiertamente por Al-Jaafari es el de distanciar a los grupos yihadistas del Frente Al-Nosra y el Califato Islámico pero, de momento, no lo ha logrado; en este punto los yihadistas van ganando la partida y por eso el diplomático sirio les ha acusado de sabotear las negociaciones.
En su primera rueda de prensa Al-Jaafari no sólo ha criticado a los grupos yihadistas sino también a sus padrinos, en referencia a Turquía, pero también a Arabia saudí y las potencias occidentales. Ha calificado de “provocación” las palabras de Alluche en las que este defendía los crímenes de guerra cometidos por el Frente Al-Nosra.
Las propuestas de los yihadistas son las mismas que ya conocemos desde hace bastante tiempo porque las vienen repitiendo los medios de comunicación del mundo entero. Quieren que el ejército regular congele todos los combates y siguen hablando de la ayuda “humantaria” a la “población” asediada.
Su objetivo es, pues, el de sostener la precaria situación militar de Al-Nosra, cuya sombra es la que realmente planea en Astana. Así se desprende del intercambio que propuso Osama Abu Zeid, uno de los portavoces de los milicianos en una rueda de presan: “No combatieremos contra el Frente Al-Nosra mientras las milicias que combaten con el régimen no abandonen Siria”.
Alluche ha propuesto algo parecido, aludiendo a que las “milicias iraníes de Hezbollah” y los combatientes kurdos del PYD también deben ser calificados como grupos “terroristas”, siempre bajo la amenaza de que si las negociaciones fracasan la guerra continuará.
En medio de las amenazas y las polémicas retóricas ante los micrófonos, por la tarde la delegación gubernamental abandonó el Hotel Rixos en el que se celebran las reuniones delante de los 300 periodistas de todo el mundo que acreditados.
El de la foto no es Bashar Al Jaafari
Ya la hemos cambiado. Gracias por avisar del error.