En el contexto del nuevo carácter de las relaciones ruso-occidentales desde principios de 2022, la suspensión por parte de la Federación Rusa de su participación en el Tratado de Reducciones Estratégicas Ofensivas Start-II/SNV-III fue una consecuencia lógica y perfectamente previsible: ante la amenaza colectiva declarada y parcialmente ejecutada de Occidente contra Rusia, ésta procedió a eliminar legalmente las restricciones al desarrollo de sus armas estratégicas.
En las cláusulas del tratado Start-II se estipula que cada una de las partes del acuerdo tiene derecho a retirarse del mismo en caso de un cambio significativo de las circunstancias, “si considera que las circunstancias excepcionales relativas al contenido del presente acuerdo han puesto en peligro sus intereses supremos” (artículo 14, párrafo 3). El señalamiento por parte del Occidente colectivo del objetivo de “la derrota estratégica de Rusia” y sus numerosas declaraciones oficiales en ese sentido constituyen un cambio significativo de circunstancias que ha recibido una respuesta adecuada.
Además, desde hace varios meses, Estados Unidos ha exigido repetidamente su derecho a inspeccionar los emplazamientos estratégicos rusos, por sorprendente que esto pueda parecer en las actuales circunstancias políticas. La inadmisibilidad de las visitas de inspección a los emplazamientos estratégicos de defensa del país por parte de representantes del Estado enemigo con el que Rusia se encuentra de facto en estado de guerra era evidente.
Ello sin olvidar el hecho de que Estados Unidos, por su parte, ha procedido a crear obstáculos artificiales a la reciprocidad de las visitas previstas en el artículo 11 del Tratado en vigor, mediante la no expedición de visados estadounidenses a los controladores rusos y el cierre del espacio aéreo estadounidense a las aeronaves rusas que pudieran llevarlos a suelo estadounidense, lo que, de iure, equivale a su violación directa.
La formalización del planteamiento de Moscú mediante la adopción y posterior ratificación de la Ley Federal 38-FZ, de 23 de febrero de 2023, se llevó a cabo con el fin de seguir manteniendo la estricta legalidad con respecto a los compromisos internacionales firmados y ratificados por la Federación Rusa y no crear un precedente que permita a los adversarios instrumentalizar una hipotética violación de los compromisos rusos en el marco del derecho internacional vigente.
Sin embargo, con la congelación de su participación en el Tratado, Moscú subraya que seguiría “respetando estrictamente los límites cuantitativos de las armas estratégicas ofensivas” independientemente del actual acuerdo ruso-estadounidense, pero que estaría “dispuesta a realizar pruebas de armas nucleares” si Washington las llevara a cabo primero.
La traducción de este nuevo paso estratégico ruso es inequívoca: dada la abierta y creciente hostilidad del Occidente colectivo en torno a Estados Unidos hacia Rusia, no podemos seguir exponiendo nuestras fuerzas nucleares al control del enemigo, pero no aprovechen esta nueva disposición para aumentar las suyas.
Grandes noticias para Estados Unidos
Tras la declaración rusa, se produjo una oleada de indignación en el campo atlantista. Entre ellos, sería una gran ligereza no considerar como hipócritas las palabras del jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, de que la ruptura del tratado Start por parte de Rusia es “muy decepcionante”.
Tras las retiradas unilaterales de Estados Unidos de todos los acuerdos internacionales clave de control de armas nucleares, excepto del Start-II (retirada en junio de 2002 del Tratado ABM sobre defensa contra misiles balísticos, retirada en mayo de 2018 del Acuerdo de Viena sobre energía nuclear iraní, retirada en agosto de 2019 del Tratado INF sobre misiles nucleares de alcance intermedio y retirada en mayo de 2020 del Tratado “Cielos Abiertos” sobre verificación de movimientos militares y control de armamentos) la iniciativa rusa de febrero de 2023 es, en efecto, una excelente noticia para los estrategas estadounidenses.
Desde hace más de treinta años, los Estados miembros de la Unión Europea tienen la certeza de que en un futuro previsible ya no se enfrentarán a amenazas existenciales (etiquetadas como tales, con razón o sin ella) y ya no participarán en conflictos importantes que requieran medios militares considerables, por lo que se puso en marcha una política general de desinversión en los sectores de defensa, que desde entonces se ha llevado a cabo con un éxito innegable.
Todas las iniciativas de los partidos favorables a una Europa independiente y fuerte, no sólo económica sino también militarmente, se han visto frustradas. En particular, el frenazo constante de casi todos los acuerdos en el ámbito de la cooperación en la industria armamentística entre los dos motores centrales de la Unión Europea, Francia y Alemania, que podrían conducir a un desarrollo significativo de la industria de defensa europea, emprendidos en los últimos años por la dirección alemana, dominada políticamente por Estados Unidos, ha paralizado la posibilidad de creación de un auténtico bloque de defensa europeo autónomo.
Esta neutralización ha conducido a varios éxitos importantes de la política exterior estadounidense: el debilitamiento significativo del competidor armamentístico europeo, la expansión del mercado para la industria armamentística estadounidense en suelo europeo y, sobre todo, como ya se ha mencionado, la neutralización del peligro de la creación del bloque de defensa europeo autónomo estadounidense.
En respuesta a los acontecimientos que han tenido lugar desde principios de 2022, en los próximos diez años, como mínimo, se realizarán inversiones considerables en el rearme de la Federación Rusa, por un lado, y de la Unión Europea, por otro.
Mientras que, por parte rusa, será la industria nacional de defensa la que experimente un aumento significativo de sus actividades, que ya llevan más de diez años en la senda del desarrollo progresivo, por parte de la Unión Europea será Estados Unidos los que desempeñarán el papel principal en el rearme del Viejo Continente, que conducirá a la creación de una verdadera fuerza de defensa europea, pero que no tendrá autonomía respecto a su mentor y subcontratista al otro lado del Atlántico.
También es importante señalar que Estados Unidos está utilizando la estrategia subyacente del “retorno del ascensor” contra la economía competidora de la Unión Europea, de la que también culparán a Rusia: durante la Guerra Fría, el Occidente colectivo utilizó la importante caída de los precios de los combustibles fósiles unida al espectacular aumento del gasto militar en la carrera armamentística impuesta contra la Unión Soviética para colapsar su economía.
Hoy, es la economía europea la que está al borde de la recesión, acompañada de un aumento sin precedentes del precio de los combustibles fósiles, unido a un enorme incremento del gasto militar en la carrera armamentística. Una carrera armamentística que ya no es evitable tras la retirada de Rusia del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas.
Como resultado de estos procesos, se establecerá un nuevo equilibrio geoestratégico. El equilibrio ya no se basará en acuerdos, tratados y asociaciones entre Rusia y el Occidente colectivo, sino en una paridad militar ajustada en flujo entre las partes.
El futuro del ‘viejo’ escudo antimisiles
Ha llegado el momento de que Washington relance el proyecto de defensa antimisiles estadounidense en suelo europeo, y esta vez lo conseguirá. La Casa Blanca es plenamente consciente de que especialmente con la entrada en servicio de misiles estratégicos rusos dotados de armamento nuclear y basados en tecnologías revolucionarias y sin parangón surgidas en los últimos años, la neutralización por parte de los sistemas de defensa existentes de un posible ataque nuclear ruso en suelo estadounidense o europeo está resultando imposible, incluso sin tener en cuenta el componente submarino del adversario.
El despliegue del sistema de defensa antimisiles estadounidense se llevará a cabo no como una protección eficaz contra la amenaza rusa, ni como un elemento simbólico. El objetivo será perfectamente pragmático y consistirá en el aumento del grado y la consolidación a largo plazo del dominio político-militar estadounidense en el continente europeo.
Esta iniciativa, a diferencia de su versión anterior, ya no necesitará de falsas declaraciones, como antes, sobre la supuesta protección contra la hipotética amenaza nuclear iraní.
Cabe señalar que la probabilidad del futuro uso del territorio de Ucrania como componente de la defensa antimisiles contra la hipotética amenaza nuclear rusa es matemáticamente cercana al cero absoluto.
La flauta de Hamelin y las distorsiones de la realidad Para todos los expertos que no han perdido el sentido de la realidad, es perfectamente obvio que la Federación Rusa no tiene ninguna intención, ni en el pasado ni en la actualidad, de entrar en guerra con los países de la Unión Europea.
Sólo mediante el establecimiento artificial en el imaginario colectivo por parte de la clase dirigente occidental de una asociación de los valores ucranianos con los de los europeos y mediante la introducción de la idea totalmente irreal del destino común de ambos a través de técnicas de manipulación de masas, como el filtrado y la distorsión de la realidad a través de la herramienta de los medios de comunicación dominantes, las masas han adquirido la creencia en la gravedad de la amenaza rusa.
Los futuros gastos faraónicos de algunos países de la Unión Europea, entre ellos Francia y Alemania, en el llamado rearme convencional será un compromiso financiero sin relación real con la hipotética amenaza rusa. Por parte rusa, la disuasión nuclear se considera, con razón, un elemento suficiente para garantizar su misión: disuadir a los adversarios de comprometer a sus ejércitos en una confrontación directa con Rusia, lo que, según la actual doctrina militar rusa, conduciría directamente a ataques nucleares de represalia.
Las declaraciones en sentido contrario a esto son opuestas a la realidad económico-militar y no son más que demagogia dirigida a las masas manipuladas en pos de los objetivos políticos preestablecidos de sus autores, perfectamente conscientes, por lo que a ellos respecta, de la inutilidad de sus palabras.
Las palabras del ex director de la CIA William Casey en 1981, “Nuestro programa de desinformación habrá alcanzado su objetivo cuando todo lo que el público estadounidense crea sea falso”, brillan hoy con renovado colorido en el Viejo Continente.
Los tiempos oscuros de la diplomacia ruso-europea
Como continuidad a la destrucción de las relaciones bilaterales a iniciativa de Occidente en todos los ámbitos estratégicos, el nuevo modus operandi a largo plazo de la Federación Rusa frente a la Unión Europea consistirá en una falta total de confianza en los compromisos del signatario occidental: ya no se basará ningún equilibrio en las firmas y ratificaciones de acuerdos bilaterales, sino en la paridad de las fuerzas armadas. Las relaciones diplomáticas ruso-europeas están entrando en la edad oscura.
La suspensión de la participación de Rusia en el tratado Start II, que no puede mantenerse al nivel actual de relaciones entre las partes implicadas e interesadas, es el segundo paso estratégico ruso en esta dirección.
El primer paso fue la salida de Rusia del Consejo de Europa. Contrariamente a las declaraciones puramente falsas para salvar las apariencias, fue efectivamente la Federación Rusa la que abandonó la organización por decisión soberana y no fue excluida, como se afirmó. El 15 de marzo de 2022, Marija Pejcinovic Buric, secretaria general del Consejo, recibió una carta oficial a tal efecto de Serguei Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores. Tras esta decisión de Moscú, al día siguiente, 16 de marzo de 2022, se celebró una reunión extraordinaria de la organización en la que se “decidió” excluir a Rusia del Consejo de Europa.
Uno de los próximos pasos políticos importantes de Rusia será, casi con toda seguridad, la suspensión de su participación en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), de la que es cofundadora. La suspensión se producirá como consecuencia del comportamiento abusivo e ilegal de los países miembros del bloque occidental respecto al funcionamiento de la organización, que pone en entredicho la propia viabilidad de la plataforma de diálogo sobre seguridad de la organización. Si Rusia acomete su suspensión, se pondrá en tela de juicio el sentido mismo de la existencia de la OSCE, ya que sin la participación rusa nunca podrán alcanzarse los objetivos de la estructura.
El funeral del Start-II
Rusia ha declarado que no abandona el Tratado, sino que sólo suspende su participación. Sin embargo, dado que el actual acuerdo, que entró en vigor en 2011 y fue prorrogado por cinco años en febrero de 2021 -expira en febrero de 2026-, es muy poco probable que antes de su fecha de expiración las relaciones ruso-estadounidenses se normalicen hasta el punto de reanudar los controles recíprocos de los emplazamientos estratégicos de defensa.
Además, como el documento fundacional no prevé la posibilidad de suspenderlo, sino sólo de abandonarlo, es muy probable que Estados Unidos lo denuncie pronto y lo abandone, siguiendo a Rusia.
En consecuencia, el tratado Start-II entre la Federación Rusa y Estados Unidos sobre medidas para reducir y limitar las armas estratégicas ofensivas puede considerarse muerto y enterrado, junto con las relaciones diplomáticas ruso-europeas y la autonomía político-militar del Viejo Continente.
—Oleg Nesterenko https://www.algeriepatriotique.com/2023/03/08/une-contribution-doleg-nesterenko-la-fin-de-start-ii-signe-le-declin-de-leurope/