El fin del petrodólar marca el comienzo de la crisis financiera de Estados Unidos

En 2005 el Pacto de Quincy, que garantizaba la subsistencia del régimen saudí fue renovado por otros 60 años por el Presidente Bush y el rey Abdullah Ben Abdelaziz Al Saud. Un país vendía su futuro a cambio del petróleo y de Aramco, la mayor empresa del mundo, que lo comercializa.

En 1973 la guerra de los países árabes con Israel cambió la ecuación que hasta entonces había fundamentado la posguerra aún más sólidamente que los acuerdos de Bretton Woods. Los imperialistas dieron un paso más hacia el parasitismo: el petróleo fue sustituido por el petrodólar.

Ha pasado a la historia como “la crisis del petróleo”. Los países árabes productores embargaron las ventas de petróleo a Estados Unidos y a los países cómplices de Israel. Sólo duró sólo cuatro meses, pero la crisis petrolera nunca remitió. Tuvo un efecto devastador en la economía mundial.

La crisis culminó el 20 de enero de 1974 con un discurso amenazador del Presidente Nixon ante el Congreso. El régimen saudí tuvo que dar marcha atrás y levantar el embargo a cambio de la promesa de una solución a la guerra árabe-israelí. Israel debía retirarse de todos los territorios palestinos ocupados en la guerra de 1967.

El compromiso nunca se cumplió porque Israel nunca cumple con sus obligaciones y nadie es capaz de conseguir que lo haga.

El 9 de junio de 1974 a la crisis del petróleo se le añadió un segundo componente estratégico: durante cincuenta años Arabia saudí se comprometió a fijar el precio de su petróleo en dólares y a invertir las ganancias en bonos del Tesoro.

Así nació el petrodólar que condujo a Estados Unidos a subsistir a cambio de llevar su economía al parasitismo. Desde entonces el capital financiero es lo más parecido a un casino, aunque en lugar de apuestas emite deudas de todo tipo: públicas y privadas, internas y externas. El dinero fiduciario y, en particular, el dólar, ha inflado los mercados mundiales. Estados Unidos imprime dólares y países, como Arabia saudí, se quedan con ellos y los ponen en circulación.

El proceso se desarrolla en paralelo al abandono del patrón oro, es decir, al reconocimiento de la quiebra por parte de Estados Unidos. Es la diferencia entre una bicicleta de carretera y una estática: por más que el ciclista mueva los pedales, no trata de ir ninguna parte sino de sudar.

El régimen saudí llenaba el mundo de petróleo y Estados Unidos lo llenaba de dólares. El petróleo servía para impedir que las emisiones desenfrenadas de papeles hundieran el dólar. Una elevada cotización de la divisa estadounidense abarataba las importaciones y, por lo tanto, mantenía el alto nivel de vida, el consumo y el despilfarro económico.

Lo mismo ocurría con el sector público: con los ingresos del petróleo los saudíes compraban bonos del Tesoro de Estados Unidos. Las instituciones públicas podían gastar a manos llenas porque el derroche se pagaba con más papeles y deudas.

Ahora uno de los dos grifos se ha cerrado. El Pacto de Quincy sigue vigente, pero el petrodólar pierde terreno. El acuerdo entre Estados Unidos y Arabia saudí expiró la semana pasada y el muro de silencio ha sido la nota característica. Las noticias de las agencias de prensa se han limitado a consignar que a partir de ahora China pagará en yuanes el petróleo procedente de Arabia saudí.

Además, el comercio internacional prepara otros medios de pago. Por ejemplo, el Banco Central saudí se ha unido al proyecto de moneda digital del Banco de Pagos Internacionales, mBridge, para permitir pagos transfronterizos instantáneos.

También hay otras fuentes de energía, además de petróleo. Por supuesto, hay más países productores, como Rusia, que han limitado la fuerza de los tradicionales, coaligados en la OPEP. Las políticas “verdes” sancionan esta nueva correlación de fuerzas y tratan de reforzarla: lo que a Occidente no le gusta no es exactamente el petróleo sino los países que lo producen.

¿Ha nacido el petroyuan?

En 2022 China y Arabia saudí empezaron a negociar el pago de las compras de petróleo en yuanes. En enero del siguiente año el ministro de Finanzas saudí, Mohammed Al Jadaan, anunció que estaban dispuestos a cobrar en monedas distintas del dólar. “No hay ningún problema en discutir cómo resolveremos nuestros acuerdos comerciales, ya sea en dólares estadounidenses, euros o riales sauditas”, dijo.

En noviembre China y Arabia saudí firmaron un acuerdo de intercambio de monedas nacionales por valor de 7.000 millones de dólares para facilitar la cooperación económica mutua.

Un mes después, el Wall Street Journal informó que el año pasado alrededor del 20 por cien de las transacciones petroleras mundiales se liquidaron en monedas distintas del dólar. Pero el porcentaje se queda muy corto. Es posible que más de la mitad del comercio mundial de petróleo ya no se esté pagando en dólares, lo perjudica tanto al sistema financiero estadounidense como al dólar, que en última instancia podría perder un tercio o la mitad de su valor actual.

Los sistemas de pago digitales

La decisión de Arabia saudí de convertirse en miembro de la plataforma mBridge facilitará la desdolarización del comercio petrolero. Riad se ha sumado a más de 26 miembros observadores, incluido el Banco de la Reserva de Sudáfrica, al que este mes se le dio luz verde como miembro.

Estos acontecimientos se están produciendo en un momento en que la deuda de Estados Unidos supera los 34 billones de dólares, lo que le cuesta al Tesoro la friolera de 660.000 millones de dólares en intereses.

No obstante, lo realmente significativo es que el dólar comienza a abandonar el mercado mundial, y si la demanda de su divisa se sigue reduciendo, los mercados financieros de Estados Unidos, como Wall Street, perderán el magnetismo que los ha mantenido con vida desde 1945. La cuenta atrás ya ha comenzado.

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